Las etapas del crecimiento de la mente, del interior humano, son equiparables al crecimiento físico. Parecemos algo constante en el tiempo, como si estuviésemos siguiendo una linea recta predeterminada. Realmente, nunca somos lo que fuimos ayer; vamos creciendo o menguando, muriendo cada día, perdiendo energía y pelos a destiempo, en definitiva, coleccionando canas en el alma.
Con el corazón pasa exactamente igual. Cada día somos personas nuevas con nuevos latidos incrustados en el ser que nos hacen cada día más nosotros; cada día más tú, cada día más yo. Aunque, a veces, parezca que las caídas nos lo trastocan todo, realmente, nos están haciendo crecer. Es bueno, maravilloso, envejecer el alma y curtir el corazón. Nos hacemos fuertes y empezamos a apreciar esas pequeñas cosas que desde el principio, quizás, no apreciábamos.
No tenemos que sentirnos mal si un día no apreciamos aquello que hoy sabemos que vale oro. Es el juego. Fallas y aprendes. Dañas y amas; amas y eres dañado.
Y lo demás... Lo demás es polvo de estrellas.

No hay comentarios:
Publicar un comentario