La línea de nuestra vida es recta. Es una constante. Empieza un día y acaba otro. Es sencillo. Esta línea tiene otra que la va cruzando, onduladamente; es la línea de los deseos, de aquello que queremos. La línea ondulada es la que nos marca las aspiraciones de vida. En esa línea tenemos las ansias de vida.
Normalmente en la ondulada vemos puntos lejos de la recta. Tu sueño vive allí, donde no podemos alcanzarlo. Esa distancia entre donde estamos en la línea recta y donde está el deseo es lo que nos marca el estado de ánimo. Alguien nuevo en este mundo se verá desbordado por la lejanía de dicha línea. Verá su deseo, su ansia, fuera de su alcance. Es a partir de la experiencia cuando uno entiende que esa línea es una utopía. Es inalcanzable. Ese punto álgido que contiene lo máximo para ti, ese deseo que te persigue en sueños; ese punto más alto es una ilusión. Ser consciente de ello es terrible, la primera vez. Cuando pasa más veces, cuando la experiencia juega, te das cuenta de que en la vida a veces se gana y casi siempre se pierde.
La resignación forma parte de la vida. Aceptar lo que es para ti y lo que no. El "Adiós, muy buenas" es una flor marchita en el desierto del corazón, sí; pero hay que cogerla y entregarla. Llega un momento en el que te das cuenta de que luchar es gastar energía. Y lo dice alguien que, por lo general, nunca para de pelear. Las retiradas a tiempo nunca son una derrota. ¿Qué quiere decir esto? Pues que mirar a ese deseo, en lo alto de su cúpula, como algo que sabes que jamás va a llegar te hace vivir más tranquilo. Lo ves sólo como un sueño, algo que podrás tocar, aunque sea, mientras duermes. ¿Qué menos que alguien no pueda quitarnos lo que soñamos no?
No hay que desilusionarse. He dicho que esta línea es ondulada. Ergo, a veces, sin saber porqué y erráticamente, baja y se mete en nuestra vida. Son esos pequeños momentos, fugaces, los que te hacen querer vivir despierto y no en sueños. Vivamos del hoy, soñemos en el mañana.
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