domingo, 6 de abril de 2014

Serían las seis,
como cada tarde.
Sentado en mi mesa
con el mismo jersey,
sin esperar(te) sorpresas.
con el café que arde.
Recordando.
El camarero que tarda,
yo que sigo esperando.
El sol que se acuesta,
yo que te doy la espalda,
mi corazón que protesta.
Ahora, en este mismo bar,
sin locura en las alturas
parezco mi caricatura.
Sin ti, sin mi, sin amar.
Este mismo aire
se ve perdiendo al azar.
Se acabaron los bailes.

Risas, copas y excesos.
Hacía calor pero no era verano.
Peligro: roces de manos,
alcohol en las venas y tabaco en el paladar.
Tu pelo que se hacía denso
conforme empezaba a soñar.
Tu casa era el destino,
sabías que podía ser malo contigo,
la culpa siempre ha sido de mis dedos,
están acostumbrados al sabor de tu ombligo,
qué pena que estés lejos.
En tu cama no había nada prohibido,
salvo yo.
Pérfido de ti me cohíbo.
No soy un colchón
a tu medida.
Incompatibilidad de ideas.
Así es la vida,
con más sinrazón que la que tengo en la cabeza.

Bohemia en el corazón,
me grita la cerveza,
estados de desesperación
asentados en la pobreza
del alma, del ser.
No hay agua, hay sed.
De tal palo uno crece.
De tal ausencia uno se hace.
Los recuerdos estremecen,
pero la lucha es lo que te renace.






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