miércoles, 14 de mayo de 2014

El viento anida en el mar;
allí se esconde, respira, crece.
El viento recoge las lágrimas,
escucha e ignora tus susurros,
el viento se ríe de todos nosotros,
sin saber, que él es el que más solo está.

Sale cada mañana
con tu nombre, con el mío.
Se hace el invisible y se cuela en nuestras vidas.
A ti no te cuenta nada.
Yo lo evito.
Busca algo con lo que volar,
una idea que le distraiga
del vaivén de su trabajo.
Y por eso se empeña en recordarnos
lo solo que está.

Es enfermizo y está enfermo.
Es el pan que sobra,
la luz que calla.
Se empeña en contagiarnos,
en soplarnos su soledad.
El viento no entiende de vallas,
de trenes
ni de paz.
El viento solo te recuerda
lo solo que está.

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