sábado, 5 de julio de 2014

Ventana al desquicio.

               Ventana al desquicio. Aquí viene mi noche; escrita en prosa, abierta hasta en las playas. Encerrada en las arcas de la hermosa vista del que se esconde. Me quedé ciego por sugerirle al cielo que estabas con él. Saqué mi paquete, cigarrillo entre los labios, nada de sabio, me muero. El infierno con Belcebú, asqueado de trabajar a deshora, de soñar a que vuela entre tus suspiros; se quema, arde y no sabe a quién pedir ayuda; se vuelve precioso, como el zafiro, mientras se desvanece. Destrocé los cables por matar la hambruna del que no ama, ahogué mis penas entre las piernas de quien no le da la gana de saber mi nombre.

              Ventana al suicidio. Como el que pierde, como el que mata. Como el que lo tiene todo perdido; aquel al que le brillan los ojos al ver partir su tren. Carambolas que casi salen; el viento que cambia, las miradas, por favor, que señalen. La ley del que te engaña, la astucia del que amaña y gana. Eh, tú, que miras y no sabes, que hayas y no vales. Sí; tú, cuidado con lo que haces, no te desates ante lo que crees. Mira bien donde pisas, ten presente lo que haces con tu destino; no olvides que somos nada más, y nada menos, que el resultado de las decisiones que elegimos. 

                Ventana que abro; se me olvida la llave. No lo sabe, pero la que me sigue da igual. Es solo una sustitución. Se está yendo. Escucho como se ducha. En otra ocasión entraría en ese baño. Sé que me espera, me llama. Sin embargo estoy aquí. Haciéndome el sueco. Hoy ya no es ayer sino mañana. Y todo lo que me llevó a robarme las verdades que yo siento, ahora, ha desaparecido. Vuelvo a ser yo, se fue el alcohol que nos enredó entre estas sábanas. Mi cicatrices relucen y las escondo. No hay función hoy, se acabó el trabajo. Mañana será viernes, pero de momento es jueves y eres lo mejor que tengo, me digo a mi mismo. Me levanto y hago lo que no siento hacer; me curo a base de vacíos. Es lo que me queda, hasta que yo no abra mi ventana no hay más razón que la que mueve la piel y la carne; el corazón ha muerto. Abro la puerta, me desnudo, Sancho y Don Quijote, menudo nudo, en el estómago. Entro y desaparezco.

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