son los días que no existen.
Nacen y se van
sin llegar, sin preguntar.
Ni se arreglan ni se visten.
Los días que yo cuento
están muertos.
Los días que vienen,
me distraen, me ausentan.
Se van y se asientan
en mis venas marchitas.
No me complacen, no me entretienen.
Se hacen y hieren.
Mis pies, el tren y la vía.
Los días que han pasado
están guardados
en el cajón de mis decepciones.
Bajo llave, en lo profundo de mi alma
y ausente de emociones.
Caigo en la trampa,
hora a hora,
de soñarte entre mis sábanas;
eres mi mayor secreto de alcoba.
Los días que pasarán
son cuchillos que vuelan,
cicatrices que se abren sin preguntar,
o gritos que suenan,
sin que nadie los oiga.
Como la cigüeña en la mar.
"Que todas tus noches, sean noches de boda. Que todas tus lunas sean lunas de miel." Sabina en el corazón, dijo un gaditano caminito del tranvía. Un gaditano que mira hacia atrás y sueña. Sueña con que todo lo vivido es soñado; que se imagina un mundo donde todo lo real es mentira y que se ilusiona con lo que está dos metros más hacia delante. Ojalá nunca te den la razón los espejos y que todas las mentiras te parezcan mentiras. Ojalá vivas la vida que amas, que no te queme el tiempo. Qué más quisiera yo que fueses feliz allá donde vayas. Que nadie pierda ni un segundo en llamarte cuando te sienta, que bien sé yo que son segundos perdidos. Que los coches te iluminen cuando estés a oscuras, que las manos no te tiemblen cuando venga el frío; ojalá sepas andar cuando te falten las ganas. Que nunca te sientas sola entre el gentío; que bien sé yo que más vales tú que cualquier problema que te llegue.
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