martes, 19 de agosto de 2014

Puedo imaginar las mejores palabras a mi al rededor; entrando y saliendo, como el aire viaja por el mar. Puedo soñar que vuelvo a nacer, que mis errores son mentira y que todo lo que amo es, realmente, mío. Puedo escribir lo que siento, quemar lo que fumo o hablar de mis miedos.
Puedo viajar entre mis deseos, soñar entre mis sueños y nadar entre el gentío.
Puedo fingir que no leo mientras sí lo hago, engañarme mientras te engaño.
Puedo hacer como que estás, aunque no te encuentre.
Puedo mirar hacia atrás, rejuvenecerme conforme pase cada año.
Puedo jugar a que no me escueces.
Puedo inventarme un mundo donde no existes, donde no existo, donde solo queda el rastro de lo que fuimos.
Y si quieres (quiero) puedo irme, para no volver. Irme a tu olvido; contigo de la mano, ya, en el mío, tienes un sitio reservado. Tú pediste un sitio allí.
Y sí, puedo, puedo denegar tu reserva; quemar mis naves y huir a donde nos lleve el corazón.
Y sí, sí que puedo desterrar mis penas; avanzar, contigo, caminar por la arena, aunque haga frío y el mar corte con sus olas de terciopelo.
Puedo, puedo enderezar este barco; aunque no le quede dirección ni timón que le mande hacia donde deba; puedo, puedo y puedo.
Puedo hacer muchas cosas que no sabía que podía hacer.
No puedo hacer aquello que quería.
Se pasó.
Como siempre.
Su tiempo.
En el infinito de la vida solo una razón marca el significado de todo: aquella que tú le das, al igual que el músico decide la alegría o tristeza que le da a su canción, su creación.

No hay comentarios:

Publicar un comentario