jueves, 11 de septiembre de 2014

Cuando suena el teléfono no sé quien me llama.
Será el moreno que cogí en Granada,
noches y tardes, a la luz de la Alhambra.
No sé quién me busca cuando pegan a mi puerta,
quizás mi sed, mi playa,
quizás mi alma que está muerta.

Serán las salinas de San Fernando,
mi mar del plata.
Quizás cuando me buscan llaman a mi tiempo.
Las luces me miran, se van apagando,
conforme mi vejez avanza
mientras la mueve el viento.

Tal vez quien me busca vive a mi lado.
Escondida en un mar de antenas.
Quizás viva del pasado
dentro de un sin fin de caricias llenas.


            Mi buzón está lleno de cartas que no tienen remitente, de mensajes que no nacieron de lo que yo movía. "A cada puerto, un amante." O eso decía el quinto tripulante de todos los barcos que partían hacia el nuevo mundo. Ahora miro hacia un lado, como el que conduce. Ahora el camino está servido, los tiempos están muertos y respiro, joder si respiro. Con más fuerza que nunca. Y miro, miro por el retrovisor, qué bien me han sentado los años, que daño hacen las mentiras piadosas que bajan de la conciencia al corazón. "La soledad no está tan sola" decía Fito, y es verdad; no existe. Las creaciones mentales son utopías al revés que nacen de la discordia; no lo olviden, nada existe, todo se transforma.


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