Estoy en otro lugar. Se nota. La luz al final es tenue, como allá; la diferencia es que acá pocos me entienden. Subo los escalones, me aplauden. No saben quién soy, no saben qué les voy a contar. Avanzo, como puedo, entre un mar de cuadros. No los veo, no me ven. Me presentan, me presento; la educación por delante, decía mi madre, y doy las buenas noches. Son las tres, aunque para ti serán las cuatro, será que mis mensajes siempre te llegan una hora después de que te los mande; será que te haces la dormida a estas horas para no escucharme.
Al fondo, junto a la luz una chica. Era morena, piel blanca. No alcanzaba a verle la cara, no me hacía falta. Tu estatura. Probablemente nunca sepa quién es, ni quiero, ni me importa. Su silueta era perfecta, me distrajo, me sentí en casa. Era, es y será una desconocida. Se hizo el silencio; en mitad de mi cuento me paré, de todas formas pocos sabían que me había parado, la mayoría lo interpretó como una pausa. Y es cierto, no se equivocaban, era una pausa. Fue un desliz del tiempo. A veces, sin saber cómo, el cielo da pistas. Pocas y malas, por lo general; pero las da. Las musas existen y, por lo que se ve, a veces, asisten a tu encuentro; aunque se disfracen de "don nadies" y se presenten como la salvación... Sin tener remedio.
Evidentemente, aquella desconocida no era mi atención. No me interesaba. Lo que sí me dejó medio idiota es a lo que me evocó su sombra, mientras me escuchaba. Solo le faltaba tu acento. Solo faltaba que fueras tú. La mayoría de las veces el corazón engaña al cerebro. Uno hace cosas que no haría, dice cosas que no haría, besa a personas que no besaría. Pocas veces mi cerebro engaña a mi corazón. Esta es una de ellas. Cada vez que ocurre es más inverosímil. Recuerdo la primera vez que te confundí con alguien que no eras tú. Estaba en la playa, estaba oscuro y yo venía de la orilla. No eras tú. Pero joder que sí que lo eras. Creo que nunca nadie me ha visto con tan cara de pasmarote. No hablo de pequeñas confusiones en la calle, de alguien que pasa a lo lejos. Hablo de tenerte en mi olvido y tenerte de repente cerca, de no recordar ni tu sonrisa ni tu pelo y de repente olerte; hablo de ser yo alejado del nosotros que tuvimos y, de repente, verte y no verte en el cuerpo de alguien que no eres tú y que, en más de una ocasión, no quería que fueras tú; porque tú, eres única. Hablo de pasar a tenerte en ese olvido a que te apoderes de cada una de las partes de mi pensamiento. Hablo de estar en estado de shock; hablo de querer saltar en el tiempo, aunque solo fuera un segundo, aunque solo fuera para tenerte delante la última vez que te vi. Cuando uno se aleja uno piensa que se va distanciando porque la cabeza se va llenando de otras cosas, pero el alma es el alma y no perdona.
Son pequeños instantes, pequeños momentos en los que, estoy seguro, mi cabeza me miente para hacerme viajar a una realidad que no es esta; a una realidad que no sé si quiero y que considero imposible. Pero que como toda utopía, es preciosa por su ausencia. Alcanzar lo inalcanzable o tener lo que no puedes tener; es una idea maravillosa que te condena al desahucio de los sueños. Estas y no estas, miras y cierras los ojos. Hablas, te callas, vuelas, andas, te precipitas al vacío y te agarras a la última rama. Al principio me daban miedo esos "encuentros". Luego acabé metiéndolos en mi pequeño cajón de los milagros en los que creo y apreciándolos de la misma manera que los temía antes; sin medida.
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