De nada vale lo que todo sabe,
a tres metros del par huele a consuelo.
A mares y a nones, entre el conmigo y el cielo
me miras como el marqués de Sade,
sin remedio.
Luego se te antoja una sonrisa,
a pesar de las cornisas
que emborronan el alba.
Aquí a los pies de la nada
donde todo vive entre incontrolables suspiros
prefieres pasear al borde del cañón
que impedirme navegar
por las olas de tu ombligo.
Aquí que no soy ni mio
ni calienta mucho el sol,
me pongo a escribir.
¿Qué mejor lugar
que en el que no corre el aire
para poder fingir
sin aparentar
que no soy de nadie?
¿Qué mejor lugar
que en el que corre el aire
para poder decir
sin aparentar
que te quiero más que a nadie?
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