martes, 21 de mayo de 2019

Las canas que van naciendo
se miran de reojo,
se preguntan qué están haciendo,
quién es la chica por la que me sonrojo.

Las tardes se van
y cuanto más la miro, más me mira.
Su cintura dibuja un refrán
cada vez que la acaricio por encima de las rodillas.

Y si me callo, ella no habla.
Y si me levanto, me sigue.
Cuando subo, baja.
Si me despido, no sonríe.

Y así cada día impar,
para que los pares, rechisten.
De entre sus dedos se escapa la sal
que acaba en el mar y los arrecifes.

Seda, piel de seda.
Ojitos que se clavan en mis ojos,
por color el de nuestras noches en vela.
Mi razón que ya no es un despojo.

El sol se despierta por ella
y la luna alumbra porque la busca.
De sus piernas nace la naturaleza
y se alimentan un par de musas.

Sus besos saben despertar
al más cansado de los corazones dormidos.
Súmale su boca de pan
y comprenderás mis suspiros.

Pasé una vida
de la oliva
a la miel.
Y resultó ser tu cálido invierno
en la piel
el que me iba a convencer.

Y eso que sigo sin creer en nada.
Nada que no seas tú.
Tú en este mar en calma.

Cuando quieras jugamos a no crecer.
Total, ya es tuya mi alma.




No hay comentarios:

Publicar un comentario