martes, 28 de mayo de 2019

Bragas y un proyector.

Marina siempre olvidaba regar las flores,
para eso siempre llegaba yo.
Y ya en el crepúsculo de sus dioses
todos reconocen
que ya no entro ni con calzador.

El despertador la levanta temprano,
tiene un millar de cosas por hacer.
Dentro del estrés de su trabajo
encontró un par de brazos
que cuando quiere le llevan el té.

Una estrellita se despierta apuntando a su cama,
de noche en pijama,
la quiere hasta enloquecer.
Y a la misma hora siete madrugadas por semana
agoniza mi persiana
por no poderles tener.

Baja escalones de tres en tres.
Me prometió un mundo,
un par de ascensores
y sus ojos de miel.
Y acabé con el pagarés en el suelo,
un gran desconsuelo
y una deuda en el bar de ayer.

En el fondo nada fue lo que fue.
Yo esperaba
unas bragas
y un proyector.
Y aquí estoy escribiendo versos
sin almendras y con ardor.

De lo poco que tenía
no me arrepiento de habérselo dado todo.
La amaba con locura,
por ella nadé en lodo.
Mi Marina era hermosura,
de la cabeza a los piés,
de codo a codo.
Let it be, my friend.

Y unos años después
vuelvo a tener sombrero.
Y el corazón con agujeros
como un queso de gruyere.
Aquí no estoy pero me quedo
me oigo al despertar.
Mi piel de neopreno
se enfría por no echarse a secar
mientras mis ojos miran mi cielo
y yo me paseo
entre tu recuerdo
y su forma de besar.

Lo primero que busqué al perderla fue encontrarla.
Luego acepté que se había ido.
No era un punto y aparte.
Se fue a donde habita el olvido.
Y ahora me centro en aceptarla
como un amor vencido.

Marina quita el hipo
dos veces por minuto.
Cuando quiere le para el viento
al más difunto
de los contentos.
Marina si quiere, es tu tiempo.

Y ya el mío está consumido.








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