viernes, 17 de mayo de 2019

Se despierta desconcertado por la misma luz de cada día,
y eso que son las tres de la tarde,
y otra vez suena el tranvía.
Mira el teléfono, duda de que allí estuviera.
A estas alturas no recuerda si fue él
o la que le invitó a marcharse, fue ella.

Se pone la camisa, se peina,
anda deprisa,
se frena.
"¿Dónde carajo tengo la cartera?"
La puerta que está cerrada
y la ventana que suena.

En su cabeza aún se oyen los brindis de horas atrás.
Y unas cuantas preguntan rondan su cabello.
Está quieto en mitad de la habitación.
De ayer no quedan ni los mecheros.

"Morenas", se dice. Y sigue.
"Serrat tenía razón en sus cartas", piensa.
Mientras se sienta de nuevo en la cama
a soñar que ella sueña despierta.
Con él.
Aunque sea un rato.

Enciende la tele, cambia de canal, la apaga,
bebe agua, se aprieta el cinturón y se pone los zapatos.
"Esto parece un hotel".
La borrachera duele como un palazo.
Pero más le duele la sensación de haber perdido
lo que realmente nunca ha encontrado.

Ella al alba se fue.
Él aún no la ha llamado.
Ella, nube de terciopelo imposible de coger.
Él, niño mudo enamorado.


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