Te echo de menos cuando camino por la acera,
cuando brindo con vino
o juego en la arena.
Lo hago a deshora,
con el corazón haciéndome el pino.
Te echo de menos, a solas.
Cuando llueve,
cuando oigo a alguien cantar,
si me cambian de idioma,
cualquier día a las nueve,
o si duermo con otra.
Lo hago aunque me duelas,
como se hacen estas cosas.
Te echo de menos hasta en primavera.
Donde mi mente no piensa.
Lo hago cuando sonrío
y cuando no.
Te imagino riendo
como solíamos hacer los dos.
Y te echo de menos sin remedio.
Voy a hacer la compra y lo hago,
salgo al cine y eres mis palomitas.
Si ceno, me atraganto
porque se me cierran hasta las costillas.
Estás en los ojos, el tren,
en el sol, en mis despojos,
hasta en mi fe.
Te echo de menos cuando te sueño
y solo duermo para volverte a ver.
Echo de menos no echarte de menos.
Hasta tus gritos me parecen poesía.
Tu piel.
Tu forma de ser.
Se me va la vida.
No puedo seguir escribiendo,
este papel no aguanta mis mejillas.
Te echo de menos, ahora,
mientras firmo mi despedida.
Quizás volvamos a nacer
con la lección aprendida.
Pero hoy toca remar,
remar hasta conseguir quererte
tan solo a escondidas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario