Me tiene demasiado loco.
Perdería los dedos por acariciar sus piernas todos los días,
cada minuto,
aunque sea un poco.
Saltaría por sus nudillos,
esquiaría por su espalda,
me bebería su costado.
Le hablaría lentito al oído
contándole mis ganas
de soñar a su lado.
Cada segundo sería un beso.
Pintaría el mar del color de su piel.
Mi trabajo sería construirle versos.
Abriría todos los caminos que se me cierran
por volverla a ver.
Y todo sin quitarle el ojo a sus lunares.
Si tuviera la oportunidad me perdería en su pelo,
la abrazaría cuando se sintiera desnuda,
sería su eterno consuelo.
Haría de sus pechos, mis altares.
En sus pestañas hay más vida que en el sistema solar
y eso que son cortitas.
Su iris marrón sabe hablar
sobre todo si le borbotea una sonrisa.
Parece que nació para hacerme reír.
Desde que la conocí
me cuelgo de sus hombros siempre que puedo.
Correría hasta ella cada despertar
si no fuera porque me hace sentir los pies lejos del suelo.
Bajo su jersey esconde una verdad
que guarda su corazón
y proteje sus dudas.
Es su boca la que sabe besar
como lo hace la vida
cuando te educa.
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