Siempre está en mi mente acosándome,
preguntándome cómo me ha ido el día,
a veces ignorándome.
Se pasea por mis recuerdos y me atrapa como una enredadera
para luego colarse por mi ventana en forma de alguna canción.
Siempre que puede me recuerda que no tiene compasión.
Y yo hago lo que puedo por seguir respirando.
Yo no la busco pero ella siempre me encuentra.
Sabe por qué calles ando,
y más si estoy de juerga.
Me cuida, aunque esté lejos.
No la quise cuando estuvo cerca.
Tiene el don hasta de escuchar a los que no hablan,
de volver loco al que nunca perdió la cabeza.
Es increíble, en todos los aspectos.
Y yo, me limito a observarla como haría cualquier entendido en la materia.
Su acento es el deje que entreteje el amor entre la luna y el sol.
"No nos tocamos pero nos sentimos".
Tiene una profundidad en su mar claro que atraparía al mejor nadador.
Su corazón, siempre en alerta, me chivatea de vez en cuando algún que otro secreto.
Y a mi, eso, me devuelve a la vida
por momentos.
Cómo reía, cómo caminaba,
cómo bromeaba, cómo jugaba con su pelo.
Cómo la ignoraba y cómo la anhelo.
Cómo me gusta, cómo nos llamamos.
Cómo se va y viene. Cómo me mato.
Cómo iría a por ella.
Cómo la tengo tan allí.
Cómo la siento tras la puerta
cuando quiero salir
junto a la pared que manchamos.
Cómo está y no está.
Cómo me pierdo.
"¿A qué hora sales de trabajar?"
"Hoy no toca, cielo".
Cómo sobrevive a la semana.
Cómo late su corazón.
Cómo se lame las heridas con ganas.
Cómo vuela al por menor.
Cómo se pasa de Madrid a Venus,
cómo sueña.
Cómo me la imagino tomando el sol,
cómo deja mi boca seca.
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