Los domingos eran inviernos
hasta que encontré tu tocador.
En mi coche huele a verano
y cada cuatro asientos
me acomodo el retrovisor.
¿Cómo pueden ser tus besos
más fuertes que el whisky on the rocks?
Si tus manos son de terciopelo
y tus ojos dulces como el melón.
¿Y qué me dices de las vistas
que nacen de tu balcón?
Si desde ellas veo la Alhambra,
la Torre Eiffel
y escucho la orquesta Mondragón.
Nunca imaginé que hacer turismo
era tan fácil
sin salir de una habitación.
La verdad es que siempre fui frágil
a las musas
que viven con el corazón.
No puedo decir nada que no te haya dicho.
Ni añadir algo que no te imagines.
Pero si quieres, te lo repito.
Puedo en un papel
o en tu espalda.
Pero prefiero recitártelo al oído.
Bajito, como haría Lorca
en su Granada.
Y aléjate despacito,
descalza,
mirándome y sonriendo.
Enciende la luz
busca un escondite.
Y juega a seguir siendo
bola de nieve en fuego.
Qué yo seguiré aquí, tumbado
pensando
lo que te acabaré escribiendo.
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