lunes, 13 de enero de 2020

Cierro los ojos y la veo bailar,
la miro bailar.
En mi mente se toma una cerveza,
menea la cabeza,
y parece que no va a parar.
Mueve las caderas como un ave en libertad
y el bar empieza a enloquecer.
Lo que nadie sabe es que yo no puedo respirar
más que nada
porque la conozco demasiado bien.
A ver cómo hago para poderla besar,
a ver si me mira otra vez.
Aunque sea de reojo...

No sé si te has dado cuenta
pero no paro de sonreír.
No puedo negar que me encanta
lo que me falta de ti.
Nado entre las nubes desde que eres mi desliz,
da igual la hora que sea
no me pienso ir.


Ha volado el tiempo y es la hora del café,
creía que había vuelto a perder.
Pero el azar a veces no se cansa de jugar
se lo monta bastante bien.
Has aparecido despeinada,
soñando a carcajadas.
¿Cómo me lo iba a creer?
"Perdona, ¿tienes fuego?"
Una sonrisa,
dos mil risas,
verte de nuevo.
Y me empiezo a preguntar
a ver dónde me puedo meter.
Y yo qué creía que en esta fiesta
no había nada que hacer.
"Está amaneciendo me conformo con que podamos pasear."
"Mira chico no me vayas a marear",
"No te preocupes, eso no se me da bien".


Cierro los ojos y la recuerdo caminar,
la sueño caminar.
Esos ojos no se olvidan ni con setenta y dos meses de más,
ni con tres años de menos.
En su piel nace un sol cada mañana
y es verano hasta en invierno.
Hace hasta de lo malo,
lo bonito.
Y de lo más complicado,
lo más sencillo.
Por eso me quedo en estos sueños
para sentirla aquí conmigo.




No hay comentarios:

Publicar un comentario