Cuando más me gustabas
es cuando estabas en pijama.
Desnudarte
era arte
dibujado en la cama.
Y tu risa era mi risa,
y mis ojos se fundían en los tuyos
sin que me lo pidieras.
Cuando más me gustabas
es cuando me entendías.
Cuando con una palabra ya eramos uno.
Apagar la luz era encender el fuego
y las estrellas eran los agujeros de una caja
y tú eras mi cielo.
Cuando más me gustabas
es cuando te enfadabas conmigo.
Y luego me querías.
Como si no hubiese pasado nada.
Acariciar tu espalda...
cuántas noches habría yo dado
por ser uno de tus lunares.
Cuando más me gustabas
es cuando cambiabas de lengua materna.
Como si fueras una menina
nacida en Constantinopla
y tuvieras el corazón dividido
entre Asia y Europa.
Cuando más me gustabas
es cuando se notaba que me querías.
Cuando tus besos eran mis besos.
Y tus manos solo querían abrazar
los huecos a los que no llega mi alma.
Cuando me echabas de menos.
Horrorosamente de menos.
Y yo andaba por el mundo
intentando llenar tu ausencia
con tu recuerdo.
Y ahora que me gustas igual.
Hago lo mismo,
pero con otra gente.
Pero no son tus besos,
ni tu espalda, ni tus "te quiero".
No eres tú queriendo que vaya a verte,
ni esta gente sabe hablar tan bien.
Y no tengo tu pelo, ni tus ojos,
ni tu piel, ni tus manos.
Mis manos, huérfanas de ti;
se cierran en puño cada día.
Y mi corazón se abre
atontado, esperando que aparezcas.
Aunque sea una sola vez.
Aunque sea una última vez.
Un último perdón que me salve
de la gresca.
No hay comentarios:
Publicar un comentario