Qué fácil es escribir sobre ti,
escribirte.
Imaginarte.
Muy sencillo.
Sale solo.
Natural.
Como los buenos estribillos.
No suele ser lo normal.
Pero aquí estoy.
Dejando mi mente en blanco,
que mi corazón escriba
mientras suena una música lejana
que le da un tierno calor marrón
a mi habitación.
Últimamente ando escribiendo mucho,
es tu presencia,
la que nunca se fue
y la que aletea por mi hombro
como un caudal de musas.
Asusta.
Y enamora.
A partes desiguales.
(Suspiro y sonrisa)
Debe de ser la magia que desprendes.
Sí, es eso.
Es tu magia.
Magia
que embriaga
como el mejor de los vinos.
Que relaja
como las buenas conversaciones.
Sonríes al andar como se sonríe de amor tras el primer beso.
Sales a la vida
y ella
te da su toque de varita,
parece que te creó para verse reflejada.
Libre y bella.
No debe de ser legal tener esa cara,
qué quieres que te diga.
Hay miradas que tenían que ser poesía,
y tú las tienes todas.
Las guardo de reojo y las pinto en el cielo de mi alma,
que no es más que un lugar que he creado
para que puedas meterte siempre que tengas frío.
Ahí te estaré esperando.
Para darte todo lo que es mío.
No olvides que eres primavera,
viento de poniente,
un paseo de la mano,
el primer rayo de sol,
luna en cuarto creciente,
un campo de flores,
mil versos,
mi corazón en un puño
y fuego.
Eres mil generaciones en tu piel.
Una cerveza congelada.
Todo miel.
La suerte cogiendo vuelo.
Un río que nace y da vida.
Y por supuesto,
la cosa más linda
y hermosa
que ha visto este mundo.
Y luego estoy yo,
más osado que listo,
que tengo mi pincel y con él te pinto.
Te pinto en palabras
para que las oigas antes de caer dormida.
No es justo que te vayas a dormir
sin que nadie te diga
que das ganas de vivir.
Vales la pena,
siempre.
Y la alegría,
a todas horas.
No lo olvides, morena.
Tuyo es el escenario,
tuya es la obra.
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