No era tu sonrisa, era un solar;
con más gatos sin tejados que otra cosa.
Ninguna amapola en las pestañas.
Un deje de temporal
y un psiquiátrico en cada bota
del que escaparon las mariposas
por las ventanas.
Yo no es que sea un caballero
pero tampoco sé disimular muy bien.
Antes de regalarte un "te quiero"
me lo tatúo en la piel,
me voy quedando ciego,
lo vendo todo a cien
y me quedo vacío
para que quepas conmigo.
Y ahora que los ojos se han cerrado
y las manos no nos señalan;
los vientos se han secado,
las lluvias cantan por las mañanas.
Y mis vecinos, que saben que no nos veremos pronto,
se extrañan.
Otra vez que cierro el toldo
para abrirlo solo si escampa.
Aunque ya serán otros latidos
los que darán ritmo
a mis mañanas.
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