No puedo ni imaginar lo que en la química de mi cerebro estalla
cada vez que te ensueño.
Ni cómo serán tus veranos
ni como para mi todo ya es invierno.
No tengo la capacidad de curarme.
No se puede huir del destino.
Y eso que es un mal vecino
que te mira desde el balcón
sin avisarte del coche que cruza la esquina. Todo un cabrón
hijo de puta fina
que se merienda los domingos al sol,
un par de inútiles como yo,
sacándoles de la rutina.
Parece que aún pueda verte dormir.
A mi lado.
En paz.
Parece.
Pero es un espejismo.
Ni duermes ni estás.
Un punto a lo lejos,
a lo lejísimo.
Y mi piel que sueña con que me tocas
se pudre un poco más
mientras se seca mi boca.
Ya poco queda del mundo que conquistamos.
Y lo que se ha mantenido en pie
se lleva las manos a la cabeza al vernos distantes.
Yo solo soy un pobre hombre.
Tú un castillo inconquistable.
Y para mí corazón se queda el sueño
de ser tuyo
hasta que pare.
No hay comentarios:
Publicar un comentario