miércoles, 22 de abril de 2020

Tremendamente.

De menos.
Sin aire.
Me sobraban caras.
Todas las palabras eran llanas.
Cómo fallaba el teléfono.
La vida soplando tu nombre
y yo menos vivo que muerto.

Las horas más pesadas.
El sol más apagado.
La luna, mi despertador.
Corazón envenenado.
De recuerdo, un adiós.
Saludo al otro lado,
ya no se ve mi tren.

El mundo sin dejarse querer.
La música guiñando sus ojos.
Mi reloj de autoestopista,
mi armario girándose.
Mis labios revolviéndose
con el suicidio de tus antojos.
Mis puñaladas pasando revista.

Tú, paseando por todas mis pesadillas.
Yo, enfermando de ti.
Las recetas que no haremos,
los viajes que murieron.
Por un tiempo demasiado largo:
lo joven, lo viejo, lo amargo,
lo amable; se tornó gris.

Y, ahora, otro escenario.
Ese se llenó de sangre.
Ya arde.
Aunque lo sigo mirando.
Ya tranquilo.
Se sigue engañando.
Está marchito.

Así, tremendamente,
hasta perder vida,
he paseado mis heridas
y te tuve en mi pecho.
Y en mitad del camino
me olvidé
de echarte de menos.






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