La cantante de peluches
que envejece y se va.
La que mira a la nada
y se vuelve a preguntar:
"¿Qué hago aquí?"
Cuando conduces
manejas en libertad.
Ese disco de los Beatles
lo vas a mejorar
si sigues entonando
con la puta dulzura del jazmín.
Era verano y te apagabas, yo vivía de fiesta.
Como ahora, más o menos, solo que noviembre no era mi feria.
Tu vestido vaquero
lo hicieron inspirados en París.
Aquella noche no debió terminar jamás.
Tus ojos bien marrones
y de fondo el mar.
Un frío que pelaba,
una buena excusa para abrazar.
Pero el tiempo no funciona así,
tanto lo bueno como lo malo viven en el fin.
Y ahora yo soy un desconocido.
Y tú para mi te has ido.
Y qué hermosos éramos y qué monos.
Ahora, tú, tonta.
Ahora, yo, tonto.
Ojalá de vez en cuando necesites mis abrazos por la espalda, desprevenida.
Un par de besos furtivos,
una acaricia en el brazo.
Un paseo de la mano.
Un "te quiero" en el oído y un adiós
al despedirnos.
Y después cada uno a su cuento.
A rimar como podamos las palabras.
A hacer como si todo esfuerzo pudiera sustituir la verdad.
Esa que tienes tú.
Esa que tengo yo.
Esa que vive en el corazón eterna.
Aunque esté en los huesos muerta.
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