miércoles, 3 de junio de 2020

Ella.

Ella se mece en la cara "b" de la luna,
juega a ser diosa en mitad de la marea,
se desnuda por dentro, se viste por fuera,
vive acoplada a una certeza y a una duda.

Ella me pone la piel que salta en levante,
me sacude los deseos,
me los pone por delante,
se vacuna de mis besos
para luego soñar con que se salven.

Ella es lo dulce de la tempestad.
Date por bendecido si te da su tiempo.
Sabe tan bien como yo que no se puede respirar,
en un mundo donde falte una mitad.
Yo no puedo ser yo sin ella.
Ella me quiere sin rejas.

Ella es lo más precioso que encontrarías en la gruta de las maravillas.
Mi precio a pagar.
Mis segundos a devolver.
Terciopelo, imagínatela de blanco.
Con sus ojos marrones, sus sanadores labios.
En su cuello se desliza el agua de los manantiales,
en sus pechos se ahogan mis pecados cada día.

Solo he conocido a una persona con el don de volverme loco.
Solo una.
Lo reconozco.
El don de estremecerme,
de avivarme.
Con las notas de su voz,
el matiz de su cabello,
el crepitar de sus ojos,
la danza de su cuerpo,
el tic-tac de sus pasos,
el tocar de sus manos,
la cicatriz de su rodilla,
los lunares de su espalda,
como usa las palabras,
mi relamer con sus costillas,
su sonrisa enlatada en mi memoria.
Ella,
de mi nada a nuestra gloria.

Daría mi vida por leerle mi corazón todas las noches,
por hacerle el amor.
Matarnos a cosquillas y a besos por las mañanas.
Cambiaría el orden de las estrellas por verla sonreír.
Daría los trabajos que me han hecho,
si eso la sacara de todos los pozos.
En el futuro estaremos los dos,
donde todo es perfecto.

Y, aunque ella no quiera, lo soñaré todas las noches.

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