lunes, 23 de diciembre de 2019

Perdona que te escriba a esta hora
pero es que me acordé de ti.
Y eso que renazco entre olas
con otro acento.
Me sigo acordando de cómo mirabas
con desprecio,
mis improperios.
Y aunque estos versos no rimen
sonrío con tus "no pudo ser".
Pero es que cada día te veo más en mis sueños
y recuerdo mejor tu rímel.
Y mira que no me fijé,
joder,
mira que lo imaginaba.
"Tío, te va a pasar",
y ahora me veo vagando de derecha a izquierda
a ver si me centro.

No se puede andar
por Madrid de esa forma,
ni bajar los humos de cualquier don nadie
cambiándole las normas
igual que cambia el aire.
Te digo que no,
que tus ojos cambian los antojos de cualquier cantautor;
que si me fijo en tus piernas
se cambia de acera
hasta mi mejor versión.
Que así no se puede,
que si te imagino se me para el reloj.
Que todos los días
me cambiaría
por un pájaro que vuela
a ver si te veo tender la ropa
y todas las tardes cambiaría mis siestas
por tocarte la boca
como lo hace el carmín,
los viernes,
con tus copas.

Estuve tan ciego
que cambié el te quiero
por un mal perdón.
Y a determinadas horas le pido a la virgencita de los vientos
que me de otra oportunidad.
Y como no llega me encabrono
aumento la cuenta de mis amores
y me mato por no tenerte,
menuda maldad.

Tampoco pido tanto.
Tenerte otro rato.
Hacerte el amor.
¿Qué más quieren si hay cosas que uno prueba y pierde el control?
Yo no puedo ser más un imposible
la última vez que me enamoré
perdí un buen pacto
y un imperdible.

Y ahora mírenme,
jugándome la boca
sin pena ni gloria
por otra mujer.
Eso sí, esta en sus manos esconde
un alma de roble
y en su pecho mi mejor escondite.
Ahora que juego a escribirle
me siento lejos;
que pena que sea la más guapa
con alma blanca
y mi mejor deseo.

Su corazón
esconde los versos
en forma de besos
del mejor amador.
Que su forma de ser
es gloria bendita
y sus manos alivian
cualquier mal dolor.
Que sus gracias me hacen sentir
mejor que en una cuna.
Ojalá yo pudiera dormir
los días que llueve
entre su pelo y la Luna.

Ay, qué calor.
Qué en sus pies han hecho estufas
y su piel es un radiador.
Que su ombligo
está hecho de trigo.
Y su bajo vientre es mi perdición.
Qué a los 17 escondía un ejemplo
de cómo hacer sentir viejo
a cualquier soñador.

Ya paro aquí.
Que a esta hora ya estás durmiendo.
Que no es lo mismo soñar que soñabas
que estar entre sueños,
soñando, que te estoy escribiendo.
A ver si me entiendes
cuando la próxima vez que te bese
y te diga al oído
que mejor que te quedes.

viernes, 6 de diciembre de 2019

Me da pánico
que estés y no estés
hasta cuando no estoy.
Me aterroriza que cruces miradas
con cualquiera.
Me envejece más todo hoy
si al después del mañana
le faltan tus maneras.
Me da miedo que sonrías
si estás sonriendo con otro.
Me mata.
Me mata que cada vez seamos más tú,
más yo.
Y sin un suspiro del nosotros.
Temo despertarme un día y aceptar que trabajas lejos.
Me encantaría acompañarte hoy hasta casa, un beso,
"Mañana nos vemos".
El día que me enamoré de ti mirabas de reojo a una cámara,
sostenías un vaso
y yo no estaba.
Sonreías, hablabas de mi.
Hacía frío en mi casa
y jugaba con mi chico.
Ese día me pensabas
y yo pensaba en ti.

Ese día parece que no pasa.
Y si pasa lo hace lento.
Ese día tiene raza
y sopla en mi interior como el viento.
Tus ojos de bombero acalorado
reposan en el pasado
y suenan a rockandroll.
Y a la vez, en el cajón de tus pecados
se cuece un regalo
con soga y tizón.

A veces te imagino y mi mente te ensueña
como si estuviera leyendo un libro
a tapa descubierta.
Y te recuerdo a risa suelta
y a insulto escondido
mientras miro por la puerta
si ya has subido.
Qué más quisiera acariciarte el pelo
mientras te acabas ese vino.