martes, 8 de octubre de 2013

      Los gestos que piden razón, las mañanas frías en verano, los pasos que no llegan ni van, las gaviotas frente al mar y los peces que van a morir. Los besos que se fueron, los labios que vendrán, "perdone, tiene fuego", el caos del azar, el infinito azul, las pupilas encharcadas que desprenden miradas incendiadas, el caminar ajeno, tú, fallar de pleno, las sonrisas enfermas, los pulmones impregnados en lodo negro, las ojeras,  las sordas orejas, el pelo sin patrón, el barco sin peón, yo.

       Los que se fueron para siempre, los teléfonos que no hablan, lo que vive a cada rato, los gatos, los que de todo pasan, lo que imaginas y no ocurre, los que no saben a donde van, los que renacen en octubre, los que encontraron el camino, los que muertos despiertan los vellos, los que vivos te importan un pepino, los amigos del corazón, los estudios que jamás correré, los sueños que nos dan la vida y las pesadillas que nos quitan el premio del final del día. Bailar bajo la lluvia, correr, correr para refrescar la ventana de los sentidos; saltar sobre los agujeros con espinas, esquivando el peligro de las esquinas; lanzarte al agujero, saboreando el mal. Hacerlo todo bien, viajar, equivocarse, gritar en silencio, gritar a viva voz, comprarte un perro, cocinar haciendo el amor.

       Un desliz, un fallo, una canción en la mente, una guitarra que te mira, un techo que suspira, dos ojos que imaginándolos te enamoran de frente. Mil palabras que no valen nada, un guiño que vale oro; un cuaderno lleno de tinta, tinta de sangre, de esperanza. El aire dándote en la cara, las gotas del cielo limpiando los coches, las personas que miran sin ganas, los semáforos de noche, los animales que te lo dan todo, la extranjera que todo te lo entrega, el corazón que late sin latir, la madre que ama a morir, los Dioses que no saben a qué juegan.

       Las experiencias que no he vivido, las hojas de los árboles, el placer de imaginar lo inimaginable, adecuarse al hoy, odiar lo que ya ha pasado, dudar de lo que viene, amar lo que asoma desde el tejado, jugar sin ganas, vivir enamorado, jugar dándolo todo, una tarde por Madrid, dar la mano, tirar con arco, un beso en la parte más alta de París, Roma que muere a fuego lento, los aviones que se parten, los trenes que chocan, el susurrar del viento, los viejos que no creen ni en las hadas, la luz que no sabe a cuanto corre, los que se cruzan y no se dicen nada.

          El amanecer, los tertulianos del ocaso, el anochecer, la piel de naranja, "mi tren llega con retraso", tres morenas, "¿me puedo llegar?", las"ganas de...", rechazar, aceptar, concretar, volver a equivocarse, mandar al carajo, coger un atajo, desaparecer, quedar y no estar, estar y no quedar, volver al punto de encuentro, los que se acuestan, los que se levantan, los que se desean y no se llaman, los que no se llaman y no se olvidan, los que cambian de libro, aquellos que disfrutan, abrigarse contra el frío, los muertos que se matan, el desprecio del que mira creyendo que todo lo sabe, el que sale, el que se mira al espejo sin alma, el que aprende a esquivar balas, el que muere al primer tiro, los que mienten, los que engañan, los que sienten, los que nunca se enfadan, los que siempre están a un día del invierno, el 14 de febrero, 2013, los cumpleaños, los engaños, el que envejece y no crece.

        Estar entre la vida y la muerte, un cáncer, los accidentes, la suerte, determinados ambientes, la droga, el que se enoja, el enfadado, el traumatizado, los enamorados, los muertos en vida, los que cada noche cogen un nuevo sida, mi madre, mi cuerpo que se oxida, mi madre, mis hermanos, a los que creo cuando hablo, los que amo, los que no me pueden ver, los que no entiendo, los que sí, los que apuestan todo por ti, saber que sale el Sol, la marihuana, las drogas de diseño, lo que enseño, lo que aprendo, lo que no debo saber, lo que sé y me gusta, lo que me asusta.

          Los mensajes que no llegaron, los que encontraron buen lugar, las cartas a Cupido, lo que escupo, lo que quemé, lo que sigue vivo, los que se ahorcaron, los que aprendieron a rezar, los que creen, lo que ya ha muerto, los que odian a los que creen, los cabos sueltos, los agnósticos, mis dedos tocando, mi piel sintiendo, un corazón amando, "eh, no te pases"; los ases, en la manga; los vicios, por debajo del tanga, las inseguras, los inseguros, los seguros, las seguras, a las maduras, a las buenas, a las malas, a todas, a ninguna.

         La música, las falsas promesas, las faldas, mi rubrica, las insultos a la espalda, las dietas, los gimnasios, las bibliotecas, los arios, los europeos, los negros, los asiáticos, los americanos, los que somos de todos lados, los que no comprenden, las luces que se apagan  por las que se encienden, mis mil y una noches que todavía viven, mis mil y una noches que sienten, las que se murieron, mi casa, mi futuro; a la salud, que le den por culo, los que no saben a donde ir, existir, los que se pierden en cualquier vagón; los que perdieron la dirección, hasta cuando tenían mapa, mi cama, las fotos que me hice, las que aprendemos a mirar, follar por follar, no follar por follar, los sentimientos, de lo que me arrepiento, de lo que no, la clave de sol, +aquello que soy, lo que doy, lo que no recibo, lo que tampoco pido, mis 20, el cielo que despierta de repente. 

             Los tristes, los felices, los que cuentan chistes, las penas, las lágrimas de la risa, las sonrisas, el pelo bien puesto, los vestidos cortos, los que ven el mundo, los que no pierden un segundo, los bichos que no saben a donde ir, los que se chocan contra la pared, los que no paran de devolver, lo que escribo, lo que siento, lo que callo, lo que callaré, el lugar donde me hallo, el silencio que no mataré.

       "¿Es posible invitarte a un café?", la tele que suena, el iris que se clava en tus dientes, los que apuntan pero no señalan; el viento de poniente, un poco más frío que ayer, mucho menos caliente. Los veinte poemas de amor de Neruda, el amor cuando se desnuda, lo que escribí, mi alma que se volvió muda, las cinturas, los niños, mi ciudad, mi sal, la comida que me asquea, adornarse con pintura, las heridas, los cuento que yo cuento, los cuentos que no oiré, los cuentos que no me contarán; las noches que sin nacer, morirán.



         

domingo, 6 de octubre de 2013

                       Joaquín Sabina; el flaco, el genio de Baeza, el bombín con sirenas entre los dedos. Hace poco fue su cumpleaños y yo, pues le quiero dar mi particular homenaje. Joaquín Sabina para mi significa muchas cosas. Lo llevo en el corazón, en la mente y en el alma. Lo llevo en todo mi ser porque aprendí a crecer con él. Aprendí el desamor y aprendí a amar con idolatría aún siendo niño. Él me enseñó cómo no hay que tratar a una mujer, él me enseñó a cuidar el amor y a aprovecharlo cuando se apaga. Podría citar miles de frases suyas, miles de verdades disfrazadas de mentiras que valen la pena. Los sueños son mentiras de verdad, cómo bien sabemos, él nos enseñó eso, él nos sigue enseñando eso.


                      Es un poeta, es un cantante con la voz impregnada en whisky y en ducado rubio.  No hay razón al sentimiento que el no me haya resuelto. Sin embargo jamás he hablado con él. No soy el único, somos millones en el mundo los que estamos cogidos de su gracia, de su mano de centella que escribe como piensa. Que parece que escupe por la tinta lo que bombea el corazón de todos.  Podría poner miles de canciones. Pero voy a poner esta que, personalidades dentro, marcó quizás un antes y un después en mi comprensión de su música, de su arte... Felicidades flaco.


"Cuélgate de quien te quiera. No te mueras más que por amor. Cuando yo tenía tu edad ya era mayor."

viernes, 4 de octubre de 2013

     ¿Qué marca la diferencia entre la realidad y lo que creemos que es verdad? Creo que la mayoría de las veces no nos paramos a pensar qué tenemos delante. Mucho menos nos paramos a pensar si lo que estamos palpando es o no es tal y como lo apreciamos. Es difícil. Dios (en el caso de que exista) no se portó bien en este aspecto. Al fin y al cabo, él, se inventó un juego en el cual nos encontramos metidos y perdidos hasta el día en el que nos lo encontremos. Intentar entender el mundo que nos rodea no es tarea fácil. No dudo de que han existido personas que, en su vida, ni si quiera han llegado a tener la misma idea de la vida que yo; cosa curiosa cuando, se supone, que vivimos en el mismo planeta.

      ¿Dónde está, pues, el pan que me hace igual a otro? Esta sí que es buena... ¿Dónde están las personas que son como yo? Los que me sentirán, los que me querrán, los que me amarán y los que me odiarán... ¿Dónde estarán si se supone que no están al mismo nivel que yo? Están en el suyo, con sus guerras internas, con sus balas perdidas en el tiempo... En su universo, paralelo al mío, pero que ni siquiera se entremezclan... ¿De dónde emerge la felicidad si no de las manos de uno mismo? Hay que pensarlo bien... Veamos. Supongamos que somos totalmente empáticos y que esa empatía nos hace de ese tipo de personas que necesitamos la felicidad del prójimo para ser felices... Creo que esas personas, en cierta forma, están destinadas a etapas de infelicidad crónica ya que dependen de universos paralelos que nunca serán suyos, que podrán apreciar e intentar llegar a entender pero nunca estarán en esos parámetros. ¿Quién vive mejor? Indudablemente vive mejor el que anda con la mirada perdida por la calle, ese que trata a los demás como trata a su televisor. El que mejor vive es el que vive para sí mismo, sin mirar atrás y llevándose por delante todo lo que puede sin importar la reacción que conlleva su acción.





      Para mi no hay dudas. Ese es el que vive mejor, el que está más tranquilo. Estos maniquíes de los sentimientos viven en las trincheras, observando el mundo, pero sin mancharse las manos. Tranquilos, con el único deseo de seguir respirando. El problema lo tienen esas personas que están dentro de mi club. Los otros, los amantes, los que nos fusilamos por la amistad, los que amamos a nuestra familia por encima de todo y los que no tenemos problemas en meter a nadie en nuestra familia. Esos, nosotros, somos los que sufrimos. Somos los que estamos en pie de guerra con la vida con la única defensa de nuestra propia experiencia. Los que somos así estamos a flor de piel a cada paso, porque a cada segundo no es que apreciemos la respiración que tenemos, es que la amamos. El que vive amando, vive. Vive con todas las letras. Sin excepción. Ser pragmático en la vida es algo que tiene que cercarse a apartados concretos. Pero llevar el pragmatismo a las relaciones interpersonales, permítanme, es una gilipollez. El disfrute de la vida depende mucho de los parámetros en el que se mueva nuestro universo. Mi único consejo es el siguiente: si piensas que tu universo carece de sentimientos plenos, vente al mío. A veces sufrirás como si te estuvieran quemando vivo sí... Pero el resto del tiempo es maravilloso porque todo lo que haces, lo haces con el alma.