Suena la música de fondo y te desnudas.
Al otro lado de la pared alguien recita a Neruda
y yo, me desvelo.
Me miras, tu pelo
recorre tus hombros.
Me sobresalto, me asombro,
me asusto.
La habitación está a oscuras, la luz es tenue,
lo que más brilla, tu busto;
no hay nada más que hablar.
Me incorporo, buscando que me consueles,
como si fuera triste este despertar.
Te acercas, tu pecho se descubre,
tu reflejo
se luce
en el espejo
mientras que los cristales de la ventana
le piden a la persiana
que se abra para poder ver.
Las sábanas arden y yo me levanto;
tú me señalas, para hacerme creer,
yo quiero parar el tiempo, aunque sea un rato;
la cama no sabe qué hacer.
Piel blanca al café,
dos en uno,
sollozos, golpes, fe:
la justa para que sea oportuno.
Yo, que voy y tú, que llegas,
tú que vas y yo, que llego.
El camino que se calienta,
tu monte de Venus que me quedo.
Dos horas de más
y un par de cuentas impares;
yo, que me río por no llorar,
tú, que te metes con mis andares.
A horcajadas entre tus ojos me muero;
te has cargado un poquito de mi verdad,
ahora que te quedaste la suerte del juego.
No suelo andarme con rodeos,
perdí las llaves de casa en más de un casino.
No negocio cuando leo
aunque me asuste cada vez que ruedo por el piso.
Ahora que me pierdo cada noche,
que mi brújula marca el sur;
no recuerdo la última vez que me monté en tu coche
ni cuándo fue la última vez que tú fuiste tú.
Solo sé que ahora nos miramos y no recordamos nada.
Que tú pareces real, aunque podrías ser un sueño.
Que mis manos se han quedado paradas,
que floto a ras del suelo.
Solo sé que estás más guapa que nunca,
que tu respiración es una brisa.
Solo sé que sabes a jazmín,
que hueles a azúcar.
Que tus rizos que aparecieron tras tu melena lisa
ahora conspiran contra mi.
Piel blanca al café,
dos en uno,
braguitas de todo a cien
bajando por tus muslos.
Yo, que voy y tú, que llegas,
tú que vas y yo, que llego.
La pasión que revienta,
tu monte de Venus que me quedo.
Mi boca regando tu piel,
cambio de rumbo.
Empleada del mes,
tu cintura cambiando de turno.
Yo, que voy y tú, que llegas,
tú que vas y yo, que llego.
Mis manos que parecen hambrientas,
tu monte de Venus que me quedo.
Tus manos que parecen hambrientas,
Tu monte de Venus que me quedo.