viernes, 31 de mayo de 2019

Tú te ahogaste en mi no forma de ser.
Yo acabé acusando el traspiés.
Nos pasamos
o no llegamos.
Vete tú a saber.
Lo que importa es que estamos fuera.
Y que cuesta
volver a creer.

No es que estuviera hundido,
andaba en otros niveles.
No es que no quisieras,
es que estabas en otros vaivenes.
Paseabas de lado,
yo mareado:
"Mira, no te puedo ayudar".
"A ver si nos vamos de fiesta".
"No, cariño,
la siesta
me sentó fatal".

Saliste escardada de no poder andar,
yo en mi cueva aprendía a jugar,
y ahora volamos
condenados
a no volvernos a besar.
¿Por qué no paramos quietos?
Es sencillo,
era la hora de cerrar.

Cada vez que te has roto
he puesto una vela en tu nombre.
De baile en baile
me volví loco
y, a tu costa,
metí mi corazón en un sobre
y lo mandé
a la tierra seca
donde van a morir las notas.

Y a estas horas ya no me lees.
Y por estos días me caso con todas
las olas de "la mer"
para divorciarme a la noche.
Confundí tu sonrisa
con la luz de los coches.
Casi me mato
por sentir que eras perfecta
como la Mona Lisa.

Tú piensas que yo soy una persona que no soy.
Yo me pierdo sabiendo que somos para los dos.
Pero qué más da,
nunca tuve perdón.
Nadie miró por el ayer ni el mañana, se condenó el hoy.
Casi me salvo
a contrabando
pero me quisiste disparar.
Hace tiempo que dejamos de hablar,
pero no me pidas que pare de cantar.
Si no me quieres ver,
correveidiles.
Porque yo sí voy a saltar.

No es mi culpa que abandonaras
justo antes de llegar a la meta.
No es mi culpa que decidieras fallar.
No controlo ni mi mal ni tus penas.
Solo sé que no me vas a encontrar
ni al final del camino
ni a favor de un te quiero.
Y es una lástima
porque tuviste mi cielo.
Y ahora se pasó la página,
se quemó el hielo.
Y de todo lo que tengo
solo me quedan un par de "no puedo"
para vender.
No digas nada,
sola lo puedes entender.


jueves, 30 de mayo de 2019

Lo siento.

Son las siete de la mañana y no ha amanecido.
Suenan los buitres desde sus ramas.
El equipaje sigue en la maleta.
Cruje la cama.
Se queman las casetas.
Se escucha la canción del principio.
Me quema su espalda.
Me giro.
Vuelven mis fantasmas.
Vuelan los aviones.
Mueren las opiniones.
Huele a Praga.
Cristales de bohemia.
Hostales.
Epidemia.
"¿Quieres un par de postales?"
Arde la sala.
El cine no fue tan mal.
"Me gustan tus lunares."
Sudamos sal.
¿Hay que volver a empezar?
El coche en la puerta.
La señora de la limpieza.
El humo, concentrado.
Automático.
Tocar.
"Eres azucena."
El afán del feliz por la tristeza.
Corazón condenado.
"¿Nos vemos mañana?"
"No sé, morena, veremos."
La cara lavada.
Ojos que marcan el paso.
No será lo que seremos.
Flirteo en lava.
Me vales a ratos.
El sol que saluda.
Volcanes.
La puerta que deslumbra.
Yo y los huracanes.
Tú y las complicaciones.
Nosotros anclados en un mar de inundaciones.
Me llamas y no te veo.
Y colgando entre nuestra ropa
un deseo.
El suyo que se cumple,
el mío que dura lo que duran estas cosas.
Cuando perdiste tu vestido de rosas
se cerró la ventana.
No me malinterpretes.
Todo es lo que es.
Ya nada vale nada.
Lo siento.
Solo sé mentir cuando me da la gana.


martes, 28 de mayo de 2019

Bragas y un proyector.

Marina siempre olvidaba regar las flores,
para eso siempre llegaba yo.
Y ya en el crepúsculo de sus dioses
todos reconocen
que ya no entro ni con calzador.

El despertador la levanta temprano,
tiene un millar de cosas por hacer.
Dentro del estrés de su trabajo
encontró un par de brazos
que cuando quiere le llevan el té.

Una estrellita se despierta apuntando a su cama,
de noche en pijama,
la quiere hasta enloquecer.
Y a la misma hora siete madrugadas por semana
agoniza mi persiana
por no poderles tener.

Baja escalones de tres en tres.
Me prometió un mundo,
un par de ascensores
y sus ojos de miel.
Y acabé con el pagarés en el suelo,
un gran desconsuelo
y una deuda en el bar de ayer.

En el fondo nada fue lo que fue.
Yo esperaba
unas bragas
y un proyector.
Y aquí estoy escribiendo versos
sin almendras y con ardor.

De lo poco que tenía
no me arrepiento de habérselo dado todo.
La amaba con locura,
por ella nadé en lodo.
Mi Marina era hermosura,
de la cabeza a los piés,
de codo a codo.
Let it be, my friend.

Y unos años después
vuelvo a tener sombrero.
Y el corazón con agujeros
como un queso de gruyere.
Aquí no estoy pero me quedo
me oigo al despertar.
Mi piel de neopreno
se enfría por no echarse a secar
mientras mis ojos miran mi cielo
y yo me paseo
entre tu recuerdo
y su forma de besar.

Lo primero que busqué al perderla fue encontrarla.
Luego acepté que se había ido.
No era un punto y aparte.
Se fue a donde habita el olvido.
Y ahora me centro en aceptarla
como un amor vencido.

Marina quita el hipo
dos veces por minuto.
Cuando quiere le para el viento
al más difunto
de los contentos.
Marina si quiere, es tu tiempo.

Y ya el mío está consumido.








lunes, 27 de mayo de 2019

Te echo de menos.

Te echo de menos cuando camino por la acera,
cuando brindo con vino
o juego en la arena.
Lo hago a deshora,
con el corazón haciéndome el pino.
Te echo de menos, a solas.

Cuando llueve,
cuando oigo a alguien cantar,
si me cambian de idioma,
cualquier día a las nueve,
o si duermo con otra.
Lo hago aunque me duelas,
como se hacen estas cosas.

Te echo de menos hasta en primavera.
Donde mi mente no piensa.
Lo hago cuando sonrío
y cuando no.
Te imagino riendo
como solíamos hacer los dos.
Y te echo de menos sin remedio.

Voy a hacer la compra y lo hago,
salgo al cine y eres mis palomitas.
Si ceno, me atraganto
porque se me cierran hasta las costillas.

Estás en los ojos, el tren,
en el sol, en mis despojos,
hasta en mi fe.
Te echo de menos cuando te sueño
y solo duermo para volverte a ver.

Echo de menos no echarte de menos.
Hasta tus gritos me parecen poesía.
Tu piel.
Tu forma de ser.

Se me va la vida.

No puedo seguir escribiendo,
este papel no aguanta mis mejillas.
Te echo de menos, ahora,
mientras firmo mi despedida.
Quizás volvamos a nacer
con la lección aprendida.
Pero hoy toca remar,
remar hasta conseguir quererte
tan solo a escondidas.

jueves, 23 de mayo de 2019

Verbo pronunciando un sujeto.
Luz de noche.
Amuleto.
Suspiros.
Sonrisa enlatada.
Del final, el broche.
Sensación de alivio.
Gata enamorada.
Tus pies, música.
Tu peso, en mi pecho.
Tus manos, lúdicas.
Miramos al techo.
Labios de cera.
Manos al vuelo.
Brazos a la espalda.
Tú, consuelo.
Mis ojos que queman.
Dos soles que observan.
Reloj que se para.
Andares que frenan.
Ignorar el teléfono.
Volver a las andadas.
Viajar a espantadas.
Vivir sin alérgenos. 

martes, 21 de mayo de 2019

Las canas que van naciendo
se miran de reojo,
se preguntan qué están haciendo,
quién es la chica por la que me sonrojo.

Las tardes se van
y cuanto más la miro, más me mira.
Su cintura dibuja un refrán
cada vez que la acaricio por encima de las rodillas.

Y si me callo, ella no habla.
Y si me levanto, me sigue.
Cuando subo, baja.
Si me despido, no sonríe.

Y así cada día impar,
para que los pares, rechisten.
De entre sus dedos se escapa la sal
que acaba en el mar y los arrecifes.

Seda, piel de seda.
Ojitos que se clavan en mis ojos,
por color el de nuestras noches en vela.
Mi razón que ya no es un despojo.

El sol se despierta por ella
y la luna alumbra porque la busca.
De sus piernas nace la naturaleza
y se alimentan un par de musas.

Sus besos saben despertar
al más cansado de los corazones dormidos.
Súmale su boca de pan
y comprenderás mis suspiros.

Pasé una vida
de la oliva
a la miel.
Y resultó ser tu cálido invierno
en la piel
el que me iba a convencer.

Y eso que sigo sin creer en nada.
Nada que no seas tú.
Tú en este mar en calma.

Cuando quieras jugamos a no crecer.
Total, ya es tuya mi alma.




lunes, 20 de mayo de 2019

Damas y caballeros,
vengo del médico del corazón,
que dice que del infarto de aquel febrero
me ha revertido el colesterol.
¿Y ahora dónde meto el bono del gimnasio?
No hará falta ir despacio,
y qué sé yo.

He llegado a casa y adivinen,
todo parecía de cine.
Todo sin hacer y la dueña fuera.
Era la mía para aprender a cocinar
y antes de que llegara se me quemó la cena.
"No te mereces ni el aire que respiras",
mira chica, solo fueron dos palabras
y no fui yo el que la besó.
¿Pero qué quieres que te diga
si hay mentiras que huelen a verdad
y en mitad de un mal te quiero
solo caben las caricias que no me das?

Total, que aquella noche dormí fuera,
qué podía hacer si volaron sartenes por la escalera.
Al principio pasé frío y con razón.
Pero pronto me di cuenta que cambié del invierno al verano
como lo hace mi gata al cambiar de habitación.
No es que ganara un hijo es que perdí un cuarto de baño al roquefort.

Y antes de mi, pobre el sin fin.
Que se acaba viendo que le cogen por el retrovisor.
No os molesto más
que la barra del bar me vuelve pesado.
Y la última vez que me emborraché
a más de uno le conté
con quién acabé acostado.

viernes, 17 de mayo de 2019

Quería contaros que cuando me mira me late el corazón,
que sus manos me quitan la sed y que hasta los lunes son viernes si está ella.
Quería hacerlo en varios idiomas, pegado a una botella, sin comas, para que así me entiendan las estrellas.

Quería explicaros que es de tez clara, que le gusta caminar entre bambalinas y que no le tiene miedo a nada.
Que en su pelo de noche clara podría dormir yo si no fuera por los temblores que me provoca su cuello.

Ahora que me escucháis, deciros, que sus ojos son dos perlas nacidas en invierno,
que no hay gloria que no pase por sus cuentos,
que escribir merece la pena solo por hablar de sus gestos.

Ahora que os la presento veo en vuestros ojos el reflejo del que nace.
Ahora que os saluda entendéis porqué hoy vivo en carnavales.

Ahora, miradla. Es diamante en bruto, oro.
Poesía, sueños, alegría, belleza. Pura belleza.
Y ahora, miradme. Mirad esta sonrisa que nace en un sueño y muere en estas letras.

Porque cuando pienso en ella me veo en un lugar oscuro en el que solo estamos los dos.
Ella me mira.
Yo le aguanto la mirada.
Me tiende la mano y cuando la cojo, se ha ido.
Siempre está tres metros después,
tocando las puertas del olvido.

Creo que suena el despertador.
Sí, todos se han ido.
He vuelto a soñar con que estabas a mi alrededor.
Mañana te volveré a presentar a mis amigos.
Se despierta desconcertado por la misma luz de cada día,
y eso que son las tres de la tarde,
y otra vez suena el tranvía.
Mira el teléfono, duda de que allí estuviera.
A estas alturas no recuerda si fue él
o la que le invitó a marcharse, fue ella.

Se pone la camisa, se peina,
anda deprisa,
se frena.
"¿Dónde carajo tengo la cartera?"
La puerta que está cerrada
y la ventana que suena.

En su cabeza aún se oyen los brindis de horas atrás.
Y unas cuantas preguntan rondan su cabello.
Está quieto en mitad de la habitación.
De ayer no quedan ni los mecheros.

"Morenas", se dice. Y sigue.
"Serrat tenía razón en sus cartas", piensa.
Mientras se sienta de nuevo en la cama
a soñar que ella sueña despierta.
Con él.
Aunque sea un rato.

Enciende la tele, cambia de canal, la apaga,
bebe agua, se aprieta el cinturón y se pone los zapatos.
"Esto parece un hotel".
La borrachera duele como un palazo.
Pero más le duele la sensación de haber perdido
lo que realmente nunca ha encontrado.

Ella al alba se fue.
Él aún no la ha llamado.
Ella, nube de terciopelo imposible de coger.
Él, niño mudo enamorado.