Y entonces, solo entonces, eres consciente de que tu llegada a esta realidad no ha sido una casualidad; cuando cada mañana se hace sorprendente ya todo es inigualable; sabes que no habrá mayor felicidad que la que sientes justo al despertar; cuando tu mente está libre de pensamiento sin valor, del hambre, de los deberes, de los quehaceres o no quehaceres. Pero sí está completa, sin embargo; cuando estás, claro, por una sola cosa: el placer de ti. Placer que se concentra en un instante; pero Dios mío... ¡Adoro ese instante!
A veces echo de menos no poder ser el aire; si lo fuera estaría siempre en todos tus sitios; poder ver cada movimiento de la alegría sería todo un sueño; hasta el más pequeño y "a priori" insignificante avance de tus cuerpos, cuando te creas, es magia. Yo aprecié, aprecio y apreciaré cada segundo de tu cercanía como si fueran años; y cada gesto, cada mirada, cada palabra que en algún momento salga de tus labios es como si el universo se concentrara en un suspiro. Con eso solo todo dejara de importar; cuando tú te mueves la razón del estar aquí deja de ser importante. Saca tus alas, ilústrame.
Y entonces, solo entonces, entiendes que cada paso que he dado en esta vida ha merecido la pena; y entonces me doy cuenta que la única razón que es relevante es la razón del corazón. Esa razón que a veces se va y que a menudo se disfraza de diferentes personas. A cada tarde y a cada noche. Eres tú, el amor. Casquivana y novia de nadie, muñequita de porcelana, perdida, encontrada, fiel, eterna, efímera... Tienes tantas formas; todas hermosas y todas criminales. Eres el amor. Un día calmas los despertares, una noche paras un corazón.