domingo, 16 de noviembre de 2014

Aunque nada me podía alejar del cielo ni de tu tierra;
a veces, era un holgazán por el miedo a tus praderas.
Y cuando intenté sacarte a bailar
no respondieron las piernas.
Y apareciste desnuda  sin avisar
en medio de mis coincidencias


Y entonces ya nada se puede contar a la hora de hacer las cuentas.
Y vuelo y sueño y vuelvo a soñar que aquí tú te presentas.
Y entonces me salvas de este puto huracán sonriendo a tu manera.
Y te beso, te beso y te vuelvo a besar observando cómo me besas.

Y ya nada queda de lo que empezó como un juego de mesa.
Y ahora solo estamos, solos tú y yo, juntando las estrellas
En mi cama solo hay sitio para los dos y tú tienes la reserva.
Te recuerdo, aquí, en mi habitación y se me rompen los esquemas.

Y entonces ya nada se puede contar a la hora de hacer las cuentas, 
y vuelo y sueño y vuelvo a soñar que aquí tú te presentas.
Y entonces me salvas de este puto huracán sonriendo a tu manera,
y te beso, te beso y te vuelvo a besar observando cómo me besas.
Y te miro, te pienso y te vuelvo a pensar buscando tus caderas.
Y te canto y te miro y te vuelvo a cantar buscando la vida entera

Y entonces ya nada se puede contar...

Hoy quiero de ti tu Luna, 
tus estrellas; 
la luz que te alumbra;
hoy quiero de ti que me dejes huella,
tu mar. 
Hoy quiero tus olas en mi espalda, 
tu azar, 
tu sed y tus ganas. 
Hoy quiero despertar contigo, 
jugar con tu ombligo, 
mirarte. 
Hoy quiero besarte hasta cansarte, 
te quiero soñar 
hasta que no me queden sueños, 
te quiero imaginar 
sin dueño, 
libre entre mis recuerdos. 

Hoy quiero de ti que me mires, 
que respires 
y me entiendas. 
Hoy quiero de ti que aprendas, 
que no te queden dudas 
mientras me besas. 
Hoy más que nunca te quiero desnuda 
humedeciendo las ramas secas de mi locura. 
Hoy, que no te veo, te quiero entre mis brazos. 
Hoy, que no te tengo, te necesito. 
Aquí, en mi regazo. 
Y rapidito, 
que ya se me hace largo.

Hoy quiero de ti tu cuerpo; 
tus manos, en mi pecho; y en el tuyo, mi aliento. 
Hoy quiero de ti tus piernas, 
tus caderas, tu boca llena 
de besos; 
besos de esos que hacen delirar. 
Hoy quiero de ti tu pelo, 
hoy quiero verte sudar.

Hoy, que no estás, deliro. 
Deliro entre los suspiros 
de mi corazón. 
Hoy, que no estás, engaño un poquito 
a la razón. 
Me vuelvo inquieto con tu mirada. 
Hoy, que pierdo, al no tenerte en mi cama 
me hago un poquito más viejo. 
Hoy todo me queda lejos, 
mientras tu tiempo se me escapa. 
Hoy, daría todo lo que tengo y más, por tenerte conmigo. 
Hoy, que eres lo mejor que he sentido, 
me siento un poco más vivo al pensar que me esperas. 
Hoy, que te conozco mejor que nunca, sé que eres el significado de la vida eterna; 
tú, entera.
Entera en ti, eres lo que pido. 




                      ¿Qué pido de ti? De ti te pido a ti. Como eres, como has sido, como serás. Que no cambies nunca, eso pido. Que seas tú, desde el principio y hasta el final. Que con eso basta. Que yo no quiero regalos, ni viajes, ni promesas. Que yo te quiero a ti, como eres. Que con eso voy sobrado. Que con eso soy feliz, contigo. Eternamente contigo.

martes, 11 de noviembre de 2014

 A quién me quita el sueño desde su sábana de pelitos:



De todas las cosas que soy, 
de todas las que fui, 
queda lo que doy, 
lo que me sale de ti. 

Aquí en mi cama, 
sobran ganas, 
falta tu calor. 
Aquí quema el sol, 
falta el mañana, 
me muero de amor.  

De todo lo que aprendí quedan mis canas, 
de todo lo que enseñé viven mis sueños. 
Ahora vivo y crezco, 
entre mis sábanas, 
esperando a que aparezcas. 

Yo vivo de lo que me dejas; 
por eso cuando atardece, 
mis pies se adormecen 
y mis ojos brillan; 
cuando se apaga la luz sonrío con lo que viene, 
vuelo perdiéndome, imaginándome tus mejillas. 
Yo, que sueño con lo que me prestas, 
suelo viajar entre tus recuerdos 
como si no hubiese otro medio de transporte; 
yo, que soy un buen viajero, 
solo quiero viajar a donde me lleve tu norte.
Por eso, ando como si estuviera loco.  
Perdido de cabeza, 
con solo tu certeza, 
suspirando al recordar que te toco. 

Últimamente tengo la mirada perdida,
y miro de la misma manera 
con la que el fin mira al suicida. 
Supongo que serán las ilusiones que me das, 
el fin de mi condena.
Será que me alegra ahora más la sal del mar, 
porque tiene tu nombre, 
será que desde que tu piel es tu piel yo soy un poquito más hombre. 

Será que son tus ojos, 
será que es tu sonrisa, 
será que ya no me mojo aunque llueva; 
será que ya ni en misa 
se creen lo que rezan. 
Será porque solo merece la pena creer en ti. 
Será que me pones nervioso. 
Será que te vuelvo a sentir
Será que contigo todo es hermoso.
Será que por ti, a mi,  no me hacen falta aviones.
Será mi mar de ilusiones
Quizás toda esta alegría sea porque te quiero. 
Quizás tenga algo de culpa,
eso de que por ti muero,
toda esa magia tuya.

martes, 4 de noviembre de 2014

Nieva,
lo veo desde mi ventana;
aquí el frío siempre entra,
da igual que eches la persiana.
Cómo suena el despertador,
cómo amenaza el reloj
desde la encimera.
Será la hora de levantarse y de huir.
De buscar a la primavera.
De salir de aquí.

Será, será en su momento,
que es ahora.
Me visto, salgo corriendo;
que estar aquí no me toca.
Suenan campanas,
las botellas de vino de ayer me vienen al recuerdo junto a la resaca;
se acaba,
se acaba el tiempo.
El mío, el tuyo, el del cielo.
Las gotas caen, las nubes se agrupan para más tarde marcharse.
El huracán amaina que ya no es tiempo de engañarse,
envaina su arma, se va y no dice adiós.
Las lluvia siempre vuelve, más dulce, más tenue, con o sin calor.
Por eso llevo paraguas, no vaya a ser que me coja de improvisto.
Por eso es mejor avanzar aunque sea junto a  las paredes, para sobrevivir está bien el ser listo.

domingo, 2 de noviembre de 2014

              Borracho, borracho de penas por tenerte aquí. Así me encuentro. Y de vino, de vino también; de mientras, a lo lejos, tocan la guitarra. Y pido canciones que te gustan, canciones que son para ti, que tú sabes que solo puedo pedir para ti. Como si las oyeras, como si supiesen (supieses) que son para ti (que lo sabes). Suenan gritos en la distancia; ellos te nombran, están en mi mente pero están, están, aquí presentes mientras tú, en tu duelo con la luz, te me decantas entre el cielo y la tierra. Ese cielo que nace en tus manos y muere en mi sombra, esa tierra que me devuelve al mundo de lo que tuve que descubrir por cuenta propia.

               Despistado, despistado entre tus palabras y tus actos. Esos que me describen, a veces, lo que quiero.  Esos que me describen, de vez en cuando, un futuro que no deseo; ese que creo que no es de verdad, ese que me asusta, ese que me da esperanza (cuando quieres), ese que no sé en que punto de la balanza de tu corazón está. Tus palabras y tus actos, un vaivén de idas y venidas sumergidas en su vicevérsico sentido, sentido que me abruma, que me encoge y  que me aterra. 

                Y luego, más allá del infinito azul estás tú con tu manera de ser, con tus pies caramelizados. Allí junto a la mar, te encuentras. Desnuda de libertades y sentimientos; alegre, como el sol cuando alumbra. Me miras y sonríes... Mientras te alejas, te alejas conforme te acercas. Tienes ese don de dar disparidad, de no saber realmente si te tengo cerca o lejos; tienes esa facilidad para tenerme en ti y a la vez ser capaz de hacer que me vea a años luz de tus caricias. Desquiciante y pegadiza eres; un rompecabezas que me trae loco, como si no supiese realmente que quieres en tu vida. A veces temo, te miro y temo. ¿Serás verdad? ¿Serás verdad o un producto de mi mente? A veces, mientras duermo me sumerjo en mi océano de dudas, me zambullo y me miento: deseo pensar que estás aquí, en tu lado de la cama, mirándome y recordándome que el cielo solo será nuestro. Y entonces despierto: estás al sur. Y mi cama sigue sola. Y mis manos vacías. Y mis ojos no miran ni quieren mirar. Y entonces me muero, y me pierdo en la noche. Y te vas, te vas lentamente. Te vas de mi, de mi mente. Y  me pierdo, me pierdo en el recuerdo del olor de tu pelo.

              Y desaparezco.
              Y desaparezco.

lunes, 27 de octubre de 2014

Hace nada caminaba calle abajo,
despacio,
que las piedras resbalan.
Tu ausencia amarga,
tus pasos se dibujan donde estaban,
tu ropa sigue en el armario,
al menos eso soñaba hasta hace un rato.

Ahora bajo por el metro,
me ahogo entre tus risas,
su recuerdo,
el maquinista que avisa:
no estamos lejos.

Salgo llego a mi facultad,
huele a ti,
al menos eso ha parecido durante un instante.
Lo cierto es que sería interesante
entender la realidad,
saber un poco más de mi,
entender a qué venimos,
a mi necesidad...
(De ti)
¿A caso nos perdimos?

Me estoy volviendo loco,
será que quiero estar ahí,
entre nosotros.
Suena el timbre y no me voy;
suena y suena y aquí estoy,
parado, escribiendo este cuento
mientras me reinvento
para sacarte una sonrisa.
Miro hacia delante y sueño, sueño con que lees esto.
Sueño con que estás más cerca de lo que creo.
Sueño con que desde tu silla,
también, piensas en mi.
Te imaginas y me ves, contigo, allí.



martes, 21 de octubre de 2014

                Las musas pueden venir envenenadas. Con vestido blanco o con escamas. Pueden venir camufladas en despropósitos que ni ellas conocen. Las musas te pueden dar el pan o pueden arañarte. Identificar a las musas es una tarea complicada. ¿A qué venís? En teoría para bien. Engañan con sus ojos, con sus manos de porcelana, con sus alas (las que te hacen volar), sus piernas, su manera de soñar. Todo lo que muestran es claro y tenue, como la mejor de las luces. Pero es lo que muestran. ¿Pueden llevar otro propósito?

                    No lo sé. De antemano estoy loco, loco por mi musa. Sí, la hago mía. Como si la poseyera aunque sé que no me pertenece. La acojo en mi, la mezo para que duerma. Me preocupo de que se sienta en casa, la meto en mi vida casi a presión. Intento que se divierta, que no se lo tome como un trabajo (ese en el que juega a ilusionarme). Mi musa no vuela porque ya la intento llevar yo, es dulce como ella sola. 

                           Las musas pueden venir envenenadas. Con vestido blanco o con escamas. Pueden. Y a estas llego yo, que la miro. La miro mientras ríe, mientras duerme. La miro y me pregunto: ¿qué más me da a qué venga si de mientras me hace estar en otro mundo? Las musas asustan porque valen. Las musas no llegan así como así; pocas musas reales existen. Cuando llegan te acojonas, te miras un poco hacia dentro para preguntarle a qué ha venido; aunque adores que esté, te aterra la posibilidad de que esté para irse mañana. Esa son las reglas; tú las aceptas, tú las tienes. Y de mientras, todo lo demás queda en un olvido lejano, un olvido que participará de ti y de ella y que será el que diga qué sucedió después de abrir la caja de las decisiones controvertidas. Esa caja que da miedo hasta mirar, esa caja que te hace pensar cosas como este texto; texto que, a la vez, habla y se inspira en mi musa. Texto que titubea entre el miedo y la alegría, entre el terror y la ilusión. El miedo es una parte esencial de todos nosotros; al fin y al cabo, nos avisa de que algo grande está cerca. A veces el miedo no es necesario, pero nos da pistas. No hay mejor miedo que aquel que te produce una musa; no por nada, sino porque miedo producido por musa, miedo que afrontarás hasta las últimas consecuencias.




(La emoción del que sueña y "pesadillea" a la vez es emocionalmente inviable... e imperdible)

viernes, 17 de octubre de 2014

Lo que yo quiera contarte es cosa de mis manos. 
Ni más, ni menos. 
Nunca hablo en vano, 
al menos eso creo. 
Lo que digo te lo cuento 
y lo que no, lo callo. 
Porque todo vale en esta vida mientras sea sano. 

Y tú lo eres. Desde que empiezas hasta que acabas. 
Eres ese detalle, 
ese punto de emoción 
que debería de tener toda vida. 
Ese sin ti más allá que será contigo. 
La entonación de mi oración,
esa que nace más allá de tu ombligo. 
Estás, estás ahí. 
No te veo pero estás, agazapada en tu raíz; 
mirándome como si no hubiese un mañana, 
como si no supiera que me miras. 
Como si cada una de tus palabras no tuvieran ya la pica. 

Solo falta el martillo. 
Ese que acabe la faena, ese que nace del tiempo, 
que muere con mi aliento
 y que está más allá que acá. 
El reloj corre y avanza, a mi favor. 
¿Qué le vamos a hacer?, me pregunto. ¿Huir de lo que viene? ¿Hacernos los tontos? 
 Es nuestro asunto, suene lo que suene esta canción nos toca a nosotros.

E intento respirar, 
joder que si lo intento. 
Y mirar, 
más allá del sur, más allá del tiempo. 
Y te veo, te veo allí, al final del camino. 
Observar, 
con tu sonrisa de niña, con tus lunares de color miel. 
Sonríes sin querer. 
Y sonrío, 
como un niño, como si fueses mi juguete nuevo. 
Como si todo lo que está en mi hubiera llegado por esa forma de utilizar los labios. 
Como si todos los agravios 
de la vida 
hubieran pasado ya de corrida. 
Y andas, andas hacia mi lentamente; 
aparentemente,
como si no lo supieras, andas de reojo, 
a tu antojo, 
como si no hubiera ayer ni mañana. 
Como si el tiempo que nos está creando fuera el único motivo por el que seguir andando. 
"Yo me dije; cuidado, chaval, te estás enamorando" 
decía Sabina, cantando. 
Y aquí estamos, mirándote de lejos. 
Como si no me hiciera viejo, 
como si estuviese pasando.


lunes, 13 de octubre de 2014

             Hoy me he propuesto un nuevo juego. Juego a que me querrás. Juego, mientras sueño, a que estás aquí. Cierro los ojos, te pienso. Y estás, estás aunque ahora no puedes estar. Ahora cuento los días que pasan para que llegue ese día. En este juego solo puedo perder yo. Pero lo que gano sé que es el universo en todo su esplendor. En este juego te creo cuando cierro los ojos; en él, me vale ser tu contrario, tu fiebre y tu cura. En este juego te propongo ser tu mal y tu bien, tu todo; lo que te enfade y lo que te alegre las mañanas. En este juego que me he inventado, y en el que todavía no estás, te enseño el mundo; mi mundo, ese que veo yo con mis ojos y que sé que será más hermoso si lo ves conmigo.

              También te propongo ser tu duda, tu ropa fuera y tu ropa puesta. Y si quieres, también, puedo ser tu apoyo, tus manos, en este juego puedo ser tu risa. En este juego te propongo estar contigo, con el alma llena, sin miedos. Aquí eres mi droga, mi adicción, mi chimenea y mi frío, los lunes y los viernes, eres mi ángel y mi diablo, lo que va y lo que viene; en este juego quiero que seas todo lo que he soñado, todo lo que sé que eres. Aquí, conmigo, mientas escribo te juego. Te juego de  mil maneras, para así sentirte aquí; un poco más cerca.

               Y aquí, y ahora, mientras te piensas si jugar o no, prometo dedicarte cada uno de mis sentimientos en un cuaderno de papel. Cada uno de mis días mirarán hacia ti, hasta que me pidas jugar. En mi cuaderno, secreto, por supuesto (solo apto para tus ojos) te pondré y recordaré cada día lo que te estoy queriendo; en él te contaré a destiempo mis ilusiones. Pondré en cada uno de los días la fecha del periódico del día para que así puedas ver como jamás escribí fuera de día; pegaré la noticia más hermosa del periódico, para que así puedas compararte con la belleza del mundo y ver como, aun , sigue siendo tu sonrisa lo más bonito que ocurre día a día. El juego es quererte, el premio mi cuaderno. Si juegas, te prometo que ganas.



lunes, 6 de octubre de 2014

                Me levanto, retiro las sábanas, te miro, te beso, me besas, nos desnudamos, desayunamos, me visto, cojo el metro, llego a mis deberes, te leo, hablo, juego, corro, ando perdido por las calles, me ausento, vuelvo a mi, te recuerdo, me olvido, llego a casa, recojo el cuarto, me hago de comer, duermo la siesta, te sueño, fumo en mi terraza, me preparo una copa, te llamo, juegas, vuelvo a jugar, vienes, te como, te hago el amor. Te duermes, vuelvo a mirarte.



(Parodia de un día perfecto)

jueves, 25 de septiembre de 2014

             Serían las siete, caía el sol. La pradera ondulaba el horizonte, los árboles me daban sombra. Yo llevaba mis gafas de sol, todo parecía más oscuro de lo que era. A unos metros a mi izquierda dos enamorados, a mi derecha niños jugando con la pelota. Sonaban pájaros a mi al rededor. Yo estaba cansado, muchas horas de clase encima; junto a mi, mi cigarro, quemando el viento como de costumbre. Yo, apoyado a un árbol, pensaba. Miraba a los niños jugar. Cómo pasa el tiempo cuando uno disfruta... Es ahí cuando estamos vivos, cuando el tiempo se escapa de nuestra percepción. De vez en cuando miraba a los enamorados, ensimismados en su mundo. Ahí también se está viviendo, cuando te ves reflejado en otro. Luego me miré a mi, solo, en mi árbol con mi libro y mi cigarro. Haciendo exactamente lo que quería hacer y con quien lo quería hacer: conmigo mismo. 

               Los seres humanos tenemos la mala costumbre de ansiar lo que uno no tiene. Si el de enfrente es bueno haciendo cualquier cosa, automáticamente (si nos interesa), sentimos la necesidad de hacerlo igual de bien y, si no lo hacemos, caemos en el error. Ese error es el pensar que esa cosa que no hacemos-poseemos es lo mejor. Y es mentira. Todo vale exactamente igual. Tanto esos enamorados, como esos niños, como yo, estábamos teniendo diferentes tiempos, haciendo diferentes cosas, cada una de ellas magníficas y perfectas en su contexto. Pienso en aquel joven dolorido que mira a la pareja y siente la necesidad de estar con su amor, o en aquel anciano que ve a los niños y siente añoranza y la necesidad de ser niño otra vez. Quizás, algún enamorado me mirara a mi en mi árbol, sin preocupaciones, y sintiera la necesidad de escaparse algún día a leer un buen libro sin decir a donde va. 

                  Cada uno, en su contexto, en ocasiones, ansía  cosas que están alejadas de su contexto. Y eso es un error. Es un error que he necesitado 21 años para entender. Todos los contextos son hermosos, el daño y el error está en cuando la cabeza de uno esta descontextualizada a la realidad que vive. Cuando la vida de uno solo tiene pequeñas necesidades descontextualizadas no hay problema; el problema es cuando toda tu vida está en un contexto en el que tu mente no está lista para afrontar. Y, ojo, esto no es tan fácil de cambiar. Existen dos tipos de sentimientos. Aquellos que pueden ser controlados por la razón, como el hambre, la necesidad de hacer deporte, etc... Dígamos que los mundanos. Y luego están los sentimientos en sí, los que nacen de la parte emocional. Estos nos forjan y nacen de múltiples factores que nos llegan tanto de las experiencias vividas, como de lo que es uno mismo o de lo que aprendió de niño; las emociones se instalan en nuestra cabeza a largo plazo al igual que su camino de salida es a largo plazo. No hay mayor lucha en un hombre que aquella que se libra contra lo que uno es y quiere dejar de ser para poder nadar en un nuevo contexto.


             Y luego, más allá de nuestros contextos y nuestras realidades, están nuestras utopías. Nuestras pequeñas verdades absolutas que no cambiaremos nunca; eso que, quizás, a cada uno, nos haga diferentes al resto. 

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           Si alguna vez he dado más de lo que tengo 

                                           
                                   me han dado algunas veces más de lo que doy, 
                                            

                                                        se me ha olvidado ya el lugar de donde vengo 
                                                                                         


                                                                                          y puede que no exista el sitio adonde voy. 


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"Lo bueno de los años es que curan heridas. Lo malo de tus besos es que crean adicción."

domingo, 21 de septiembre de 2014

Lo hice silenciosamente, para que no me oyeras.
Al subir, mentí.
Aunque tú no lo supieras.
Estás de espaldas, allí,  me da tu pelo.
Me persiguen un par de ojos;
viva el consuelo.
No parecemos nosotros,
al menos en estos tiempos.
Tú mueres por él, yo a ti no te quiero.

Porque al subir, bajé de mi barco.
Crucé el río, me tapé del sol.
Al subir, caí.
Hice un mal trato,
metí tus cartas en el cajón.
Al subir, crecí...
Como cuando era joven, sin rencor.

Y ahora te arrimas y te canto.
Y me miras y me alejo.
Ahora me acaricias, y yo te dejo.
Cuando te arrimas, no me rajo.
Tú no eres quien debieras,
yo no quiero ser de nadie.
No juegues a ser sincera,
que aquí no me traen tus alardes.
Tú juega a desnudarte entera,
no me pidas que me pare.
Anda, acércate y sueña.
que no haya Dios que nos calle.



viernes, 19 de septiembre de 2014

                Estas palabras que escribo no nacen de antes. Es mi manera de hablar, no es un lenguaje que aprendí, son mis vellos, que se ponen de punta, cuando intento expresar lo bello del goteo del mar de tu pelo apaleando al desierto de mis aspiraciones perdidas. No me enseñaron a hablar para tenerte, esto que escribo tuve que hacerlo, aprehenderlo; de mi, en mi, para ti. Para encontrar el suicidio. No recuerdo tu cara y tu olor me sabe a viejo. El silencio me sale a ratos cuando intento encontrarte a lo lejos. En ocasiones veo fantasmas, fantasmas en sábanas blancas. Tan blancas como mi apellido, que está en mi sin pedirlo, que me persigue allá por donde vago sin hacer halagos de lo que nunca pido.

                   Estas, mis palabras, son obras de mis pasos; de yo en el tren, en el aeropuerto. Yo, dentro de un universo de suposiciones. Todo lo que lees, todo lo que leo, no es más que la creación de aquel reo que no tiene vallas y que considera que la única vía es quedarse en la línea de salida. Agazapado, espero; espero que no pasen los minutos, espero quedarme atrapado aquí, entre estas letras y respirar, respirar el aire que me persigue. Puede ser, todo puede ser; el aire rozando mis mejillas mientras me hago yo utilizando los restos del naufragio. Y me miro, no veas si me miro; ayer, ahora. ¿Qué hacía? ¿Qué hago? ¿A caso todo lo que hago es lo que quiero? ¿A caso sabe uno dónde está cuando sabe que no está cuerdo?


                      Mi punto actual es una idea. Es un "¿qué hago". ¿A caso algo tiene sentido en este bosque de despropósitos? Y miro, lo miro todo. Soy un telescopio que apunto a una Luna que sé donde está; y miro, miro de reojo, pero nunca directamente. Espío desde mi pero nunca hacia ti. Y deseo. Te deseo en la mejor situación. Y me alegro. Y me dueles. Y me llenas. Y me vacías. Y me curas. Y me matas. Y me das la vida. Y me hago aquí y ahora. Me hago sin querer, me hago más yo. Cada vez más lejos de ti. Y te imagino. No veas si te imagino. Te imagino en tu sonrisa; donde sea, con quien sea. Y me callo, no veas si me callo.



jueves, 18 de septiembre de 2014

Veo el latido, a lo lejos.
Siento el silbido, cuando se acerca.
Me persiguen, son violentos;
son las peticiones mudas,
las carcajadas que envenenan.
Los dioses adorando a Judas.
La traición empuñando las sábanas.

Son los pasos del mañana,
que se esconde en un ahora 
que nace de mi locura. 
Son los pies del que no se cura,
nadando entre las hojas
del árbol de la poca cordura. 


martes, 16 de septiembre de 2014

                  Estoy en otro lugar. Se nota. La luz al final es tenue, como allá; la diferencia es que acá pocos me entienden. Subo los escalones, me aplauden. No saben quién soy, no saben qué les voy a contar. Avanzo, como puedo, entre un mar de cuadros. No los veo, no me ven. Me presentan, me presento; la educación por delante, decía mi madre, y doy las buenas noches. Son las tres, aunque para ti serán las cuatro, será que mis mensajes siempre te llegan una hora después de que te los mande; será que te haces la dormida a estas horas para no escucharme.

                   Al fondo, junto a la luz una chica. Era morena, piel blanca. No alcanzaba a verle la cara, no me hacía falta. Tu estatura. Probablemente nunca sepa quién es, ni quiero, ni me importa. Su silueta era perfecta, me distrajo, me sentí en casa. Era, es y será una desconocida. Se hizo el silencio; en mitad de mi cuento me paré, de todas formas pocos sabían que me había parado, la mayoría lo interpretó como una pausa. Y es cierto, no se equivocaban, era una pausa. Fue un desliz del tiempo. A veces, sin saber cómo, el cielo da pistas. Pocas  y malas, por lo general; pero las da. Las musas existen y, por lo que se ve, a veces, asisten a tu encuentro; aunque se disfracen de "don nadies" y se presenten como la salvación... Sin tener remedio.

                   Evidentemente, aquella desconocida no era mi atención. No me interesaba. Lo que sí me dejó medio idiota es a lo que me evocó su sombra, mientras me escuchaba. Solo le faltaba tu acento. Solo faltaba que fueras tú. La mayoría de las veces el corazón engaña al cerebro. Uno hace cosas que no haría, dice cosas que no haría, besa a personas que no besaría. Pocas veces mi cerebro engaña a mi corazón. Esta es una de ellas. Cada vez que ocurre es más inverosímil. Recuerdo la primera vez que te confundí con alguien que no eras tú. Estaba en la playa, estaba oscuro y yo venía de la orilla. No eras tú. Pero joder que sí que lo eras. Creo que nunca nadie me ha visto con tan cara de pasmarote. No hablo de pequeñas confusiones en la calle, de alguien que pasa a lo lejos. Hablo de tenerte en mi olvido y tenerte de repente cerca, de no recordar ni tu sonrisa ni tu pelo y de repente olerte; hablo de ser yo alejado del nosotros que tuvimos y, de repente, verte y no verte en el cuerpo de alguien que no eres tú y que, en más de una ocasión, no quería que fueras tú; porque tú, eres única. Hablo de pasar a tenerte en ese olvido a que te apoderes de cada una de las partes de mi pensamiento. Hablo de estar en estado de shock; hablo de querer saltar en el tiempo, aunque solo fuera un segundo, aunque solo fuera para tenerte delante la última vez que te vi. Cuando uno se aleja uno piensa que se va distanciando porque la cabeza se va llenando de otras cosas, pero el alma es el alma y no perdona.

  


                  Son pequeños instantes, pequeños momentos en los que, estoy seguro, mi cabeza me miente para hacerme viajar a una realidad que no es esta; a una realidad que no sé si quiero y que considero imposible. Pero que como toda utopía, es preciosa por su ausencia. Alcanzar lo inalcanzable o tener lo que no puedes tener; es una idea maravillosa que te condena al desahucio de los sueños. Estas y no estas, miras y cierras los ojos. Hablas, te callas, vuelas, andas, te precipitas al vacío y te agarras a la última rama. Al principio me daban miedo esos "encuentros". Luego acabé metiéndolos en mi pequeño cajón de los milagros en los que creo y apreciándolos de la misma manera que los temía antes; sin medida.
                

jueves, 11 de septiembre de 2014

Cuando suena el teléfono no sé quien me llama.
Será el moreno que cogí en Granada,
noches y tardes, a la luz de la Alhambra.
No sé quién me busca cuando pegan a mi puerta,
quizás mi sed, mi playa,
quizás mi alma que está muerta.

Serán las salinas de San Fernando,
mi mar del plata.
Quizás cuando me buscan llaman a mi tiempo.
Las luces me miran, se van apagando,
conforme mi vejez avanza
mientras la mueve el viento.

Tal vez quien me busca vive a mi lado.
Escondida en un mar de antenas.
Quizás viva del pasado
dentro de un sin fin de caricias llenas.


            Mi buzón está lleno de cartas que no tienen remitente, de mensajes que no nacieron de lo que yo movía. "A cada puerto, un amante." O eso decía el quinto tripulante de todos los barcos que partían hacia el nuevo mundo. Ahora miro hacia un lado, como el que conduce. Ahora el camino está servido, los tiempos están muertos y respiro, joder si respiro. Con más fuerza que nunca. Y miro, miro por el retrovisor, qué bien me han sentado los años, que daño hacen las mentiras piadosas que bajan de la conciencia al corazón. "La soledad no está tan sola" decía Fito, y es verdad; no existe. Las creaciones mentales son utopías al revés que nacen de la discordia; no lo olviden, nada existe, todo se transforma.


viernes, 29 de agosto de 2014

Los días que yo cuento
son los días que no existen.
Nacen y se van
sin llegar, sin preguntar.
Ni se arreglan ni se visten.
Los días que yo cuento
están muertos.

Los días que vienen,
me distraen, me ausentan.
Se van y se asientan
en mis venas marchitas.
No me complacen, no me entretienen.
Se hacen y hieren.
Mis pies, el tren y la vía.

Los días que han pasado
están guardados
en el cajón de mis decepciones.
Bajo llave, en lo profundo de mi alma
y ausente de emociones.
Caigo en la trampa,
hora a hora,
de soñarte entre mis sábanas;
eres mi mayor secreto de alcoba.

Los días que pasarán
son cuchillos que vuelan,
cicatrices que se abren sin preguntar,
o gritos que suenan,
sin que nadie los oiga.
Como la cigüeña en la mar.



               "Que todas tus noches, sean noches de boda. Que todas tus lunas sean lunas de miel." Sabina en el corazón, dijo un gaditano caminito del tranvía. Un gaditano que mira hacia atrás y sueña. Sueña con que todo lo vivido es soñado; que se imagina un mundo donde todo lo real es mentira y que se ilusiona con lo que está dos metros más hacia delante. Ojalá nunca te den la razón los espejos y que todas las mentiras te parezcan mentiras. Ojalá vivas la vida que amas, que no te queme el tiempo. Qué más quisiera yo que fueses feliz allá donde vayas. Que nadie pierda ni un segundo en llamarte cuando te sienta, que bien sé yo que son segundos perdidos. Que los coches te iluminen cuando estés a oscuras, que las manos no te tiemblen cuando venga el frío; ojalá sepas andar cuando te falten las ganas. Que nunca te sientas sola entre el gentío; que bien sé yo que más vales tú que cualquier problema que te llegue.

domingo, 24 de agosto de 2014

              No os mentiré. No vine aquí para eso. Os voy a contar qué llevo dentro, aquí, en el pecho. Es grande, no lo olviden; pero sobre todo no se despisten, ya que lo que les voy a contar no tiene mucho sentido. 

            No tengo nombre, lo perdí mientras vivía. No recuerdo cuando nací, ni sé en qué momento; exactamente, entré en coma. Todo está oscuro, solo siento. Sentir es la antesala al sinsentido, es decir, no queramos vivir la vida con cabeza y corazón, no se puede. Esto, chicos, es una contraposición constante; una guerra que nadie gana y todos perdemos. Desde el principio hasta el fin, todo lo que vivas, es para nada... Desde el principio hasta el fin es para todo. 

               Cada uno le da una temporalidad a las cosas que le ocurren; vosotros, aún jóvenes, no lo entendéis pero conforme vayan pasando los años os daréis cuenta que, a veces, uno nace y muere varias veces en la vida. Esto no es malo, siempre y cuando mueras y resucites. Yo, soy un caso especial ya que recuerdo perfectamente como nací. No físicamente, claro está; de eso solo recuerdo el día... Y por repetición. Curiosamente sí recuerdo mi "primer" nacimiento; y si lo recuerdo es, precisamente, porque no he salido de la agonía de esa "vida". 

                      Y no me siento mal. Porque convivo con ello. He conseguido dormir una necesidad. Nací con su primera mirada; ni siquiera hubieron palabras y yo ya caí. Uno no se lleva lo que se merece, no es lo normal, por eso a estas alturas no me flagelo. En mi corazón no cabe sitio para nadie más y ni siquiera tuvo que cogerme de la mano para convencerme. Eso no lo tendrá de nadie, pero no es mi juego. Llegado a un determinado momento uno decide entre olvidar o sobrevivir. Yo, ingenuo soy, decidí no hacer nada de ello. Cogí todo mi amor y en vez de tirarlo al olvido, lo metí en mi maleta y lo llevo conmigo a rastras. ¿Quizás para devolvérselo alguna vez? Quién sabe; solo sé que mientras intentaba exterminarlo me mataba a mi. Sigo aquí, con mi maleta llena de escombros; mirando al infinito. Y me siento bien. Sigo viviendo, queriéndola, paralelamente.

                     Además, de vez en cuando, me siento delante de un papel y le escribo sonetos; a ver si con un poquito de suerte alguna noche, el azar, le regala alguno en forma de sueño. Y no es ganas de torturarse porque no sufro, ni estamos hablando de autocompasión. ¿Saben por qué lo hago? Lo hago porque sentarme en mi silla, noche a noche, a escribir, sobre ella y sus virtudes, me hace estar cada día, durante unos minutos, a su lado. Porque durante ese tiempo, cierro mi cabeza y mis ventanas, abro mis manos, dejo la llave en la maceta, digo lo que siento y ella aparece en forma de musa por la puerta. Me inspira y la veo. A veces, la toco. Es la única forma de seguir, un poquito, a su lado; es la única forma que tengo, al menos, de seguir un poco cuerdo. He corrido, estudiado, besado, llorado, comido, dormido, peleado y todo lo que se puede hacer en esta vida; y siempre con un factor común: mientras, la quería. 

                       En esta vida uno puede pelearse con la realidad o aceptarla y vivir a su lado. Yo dí la pelea por perdida. Estaba perdida de entraada. Así que decidí unirme a ella, dejar que me envenenara y buscar un antídoto lo más pronto posible. Y ahora, cada noche, antes de dormir me acuesto entre estas sábanas; mirando a mi ventana cerrada por la persiana. Pronto, esa persiana, no estará; al igual que otras muchas que estuvieron y se fueron dando patadas a la razón. El amanecer viene de camino, tras mis pies. ¿Con otra vida? No lo sé, solo puedo decir que ya hasta le estoy cogiendo el gusto a estar metido en esta. Quien me quiera resucitar me va a tener que matar de esta y convencerme. Me quedo en mi calma maldita, con mis ojos de gata. Aunque no me miren, aunque tengan otro punto de vista más allá de mis sentimientos.

jueves, 21 de agosto de 2014

              El castaño trascendía de su iris, se subía a su pelo y se expandía por sus cejas. Las gafas, cuando las lleva, les hacen unos ojos tan profundos como si de un mar sin sal se tratase. Su voz es tibia, está a dos metros por debajo del suelo; en ocasiones quebrantea, te llama sin quererlo. Te mira y se ríe, te entiende, la entiendo; es especial, siempre lo fue aunque yo no quisiese que lo fuera. Por sus hombros me deslizo como si nada, como si siempre hubiese estado allí. No quiere bailarme, pero me baila. Siempre dice primero que no, siempre acaba diciendo que sí. Te desquicia, te saca de tus papeles, te regala el cielo. Siempre es así. Y baila, y bien que baila. Lo baila todo, desde niña. Y cómo lo baila. No deja que tu corazón pare y hace que lata a su ritmo. Su cintura, una locura. Sus manos, te dibujan. Te van llamando, te apuntan, te piden que vayas... Y vas, y bien que vas. No te queda otra, o vas o te vas; y uno siempre va. Porque le gusta ir, porque sería insano no acudir a esa llamada. Sería pecado venial no comérsela, sería pecado mortal no querer repetir después de probar la fruta prohibida.

               Y uno entonces no quiere pensar... Porque si piensa se desvanece el ahora, y el ahora es perfecto. Nuestro ahora no tiene imitación ni limitación. No ha tenido nunca mayor sin vergüenza delante, nunca tuve mayor inocencia dependiendo de mi. Y reíamos, no veas si reíamos. Parecía que no iba con nosotros pero iba, y bien que iba. Nos hacíamos los tontos "antes de...", nos hicimos los listos después. Las piernas se movían, me agarrabas, nadie quería irse. Ni los rayos de luz de mi cuarto querían dejar de iluminarnos, nadie quería descansar.

               Hoy sigue siendo hoy; pero ya no estás aquí. Estarás mañana, pero no ahora, y eso me enerva. Desearía que estuviese aquí, en este preciso instante. Para así recordarte todo lo que te conté esta noche, para que antes de dormir no te olvides, para que sueñes conmigo.

martes, 19 de agosto de 2014

Puedo imaginar las mejores palabras a mi al rededor; entrando y saliendo, como el aire viaja por el mar. Puedo soñar que vuelvo a nacer, que mis errores son mentira y que todo lo que amo es, realmente, mío. Puedo escribir lo que siento, quemar lo que fumo o hablar de mis miedos.
Puedo viajar entre mis deseos, soñar entre mis sueños y nadar entre el gentío.
Puedo fingir que no leo mientras sí lo hago, engañarme mientras te engaño.
Puedo hacer como que estás, aunque no te encuentre.
Puedo mirar hacia atrás, rejuvenecerme conforme pase cada año.
Puedo jugar a que no me escueces.
Puedo inventarme un mundo donde no existes, donde no existo, donde solo queda el rastro de lo que fuimos.
Y si quieres (quiero) puedo irme, para no volver. Irme a tu olvido; contigo de la mano, ya, en el mío, tienes un sitio reservado. Tú pediste un sitio allí.
Y sí, puedo, puedo denegar tu reserva; quemar mis naves y huir a donde nos lleve el corazón.
Y sí, sí que puedo desterrar mis penas; avanzar, contigo, caminar por la arena, aunque haga frío y el mar corte con sus olas de terciopelo.
Puedo, puedo enderezar este barco; aunque no le quede dirección ni timón que le mande hacia donde deba; puedo, puedo y puedo.
Puedo hacer muchas cosas que no sabía que podía hacer.
No puedo hacer aquello que quería.
Se pasó.
Como siempre.
Su tiempo.
En el infinito de la vida solo una razón marca el significado de todo: aquella que tú le das, al igual que el músico decide la alegría o tristeza que le da a su canción, su creación.

lunes, 11 de agosto de 2014

            No era rubia y jamás le brilló el pelo más allá del profundo negro. Siempre sonreía; era un tornado, daba igual el tiempo y las horas, me llevaba por delante. Tenía esa facilidad (que solo tienen las personas que están tocadas por la magia) para hacerme decir lo que ella quería oír. Juro que no era que fuese tonto, al menos no me considero así, pero es mi tentación y, ante las tentaciones ya sabéis, poco se puede hacer. Blancas mejillas; morenas, quizás, en verano. Pecas y lunares en cada centímetro de su piel, cada uno de ellos colocados estratégicamente, como si se tratase de un cuadro, como si ella se hubiese hecho así misma para desquiciarme. 

               De la locura aprendemos que, en ocasiones, no viene del todo mal.

sábado, 9 de agosto de 2014

Eres una llaga en el corazón.
La nota más aguda de los silbidos;
cuando a vuelta de correo
mandas mis cartas al olvido.

Tú, la representación
del inicio
de mi cambio de sentido
de mi vuelta y rodeo.

Tú, a quien aún no veo;
eres juez y parte de mis vicios.
Tú, que me mataste desde el principio.


Apareces en mis sueños,
eres mi castigo.
Llegas y sonríes;
mi placer prohibido.
Ese que muere, ese en el que muero.
Cuando al despertar,
desapareces conmigo.

miércoles, 6 de agosto de 2014


                Aquí nadie gana. Ni el que está ni el que llega. Solo se está donde no se está; aquí, donde nadie queda. Tal vez cerca de mi, donde nace mi realidad verdadera. Aquí estoy, donde quema la arena; donde de verdad no soy, donde sólo de mi algo suena.

                De momento aquí me quedo; solo, con mi alma llena. Aquí donde nace mi canción, donde no laten mis venas. Aquí, en mi subsuelo y aquí fuera. En mi amor y en mi pena.
                
                 Es mi desierto, no llueve y tampoco me gusta el olor de las mangueras. No son las nubes las que mueren sino mi tiempo que ya vuela. Él, ni salta ni se adormece, ni se esconde ni mata. Solo me busca; aquí, donde mi yo no espera.

martes, 5 de agosto de 2014

Camina, camina, camina.
Andan tus manos en lo profundo
de las mías.
Respira, respira, respira
Y desafía a la agonía
de este mundo.

Por si te pierdes, por si me pierdo;
no me busques donde no me encuentro.
Por si vienes, por si vas,
mira siempre un poco más lejos.
que yo, hasta tus ojos, no conocí la mar.

lunes, 21 de julio de 2014

Vuelo en lo más profundo de tu alma. Me quedo quieto, me asustas. Me tiemblan las piernas, se me caen los abrigos. Me muero, me muero porque te vas. Me giré y ya no estabas; te miré. Te miré y me helaba al ver tu mirada hecha cenizas y a mi alma espantada detrás del bosque. No escriben mis manos, es mi alma que se calcinó y se intenta curar con agua, sin solución, sin consuelo. Últimamente no pienso mucho en ti; me lo he prohibido. Intento que el poder del ahora pueda más que el poder del no-tiempo. Pero me es imposible; eres una errata en mi libro que no puedo olvidar; una mancha en la esquina superior de mi cuadro preferido que es imborrable ya que, eliminarla, conllevaría olvidarme de donde vengo. Además, por si fuera poco, no llego a dicha esquina; de momento me queda demasiado alto. 

Tus ojos no son amapolas. Si lo fueran los habría plantado en mi jardín y los hubiera cuidado hasta que no me quedaran fuerzas. Tus ojos son golondrinas. Hermosas, únicas, que vuelan en el firmamento, en silencio y dibujando, sin cansarse, las mejores figuras; siempre más allá de mis manos. Mi balcón ha sido sellado. Mis pies andan y andan con el rumbo del que se sabe allí, más allá de la mar y no en aquel lugar del que partió. Estoy angustiado; "respira, respira" me digo. Y me niego y me zambullo entre la oscura noche; hago ruido en el silencio y nadie me escucha; nadie, al menos, en mi idioma. ¿Lo oyes? Es el viento, viento de cambios. Viene, mi velero se deja llevar. Está aquí, se ha asentado conmigo y me está convenciendo; me susurra al oído, muy bajito, aquello que necesito. ¿Que necesito? ¿Qué necesito? Buena pregunta, no lo sé. Necesito el sol, sí. Pero quema tanto. Es tan bonito y a la vez mortal que quizás mi solución, y la que mejor me va, es observarlo desde lejos y con gafas. 


Y aquí estoy. Con mi maleta, en mi estación: la de hoy. Mirando al cielo porque voy a volar. Y allí está el sol. El problema es que él no es mi destino. Yo voy a la luna; me está llamando. Lo que la luna no sabe es que desde cualquier punto de este mundo, y de ella, puedo ver el sol. Lo que yo sí sé es que lo estaré mirando hasta que la distancia y el tiempo me lo arrebaten; es mi condena y de todo el que me rodee; quieran o no, lo sepan o no. Vayan con Dios. 

martes, 8 de julio de 2014

Abre los labios, 
enseña los dientes, 
la lengua que habla, 
los ojos que asienten; 
el pelo a la espalda, 
mis manos que muerden, 
los sueños que nadan, 
mis versos que ascienden. 
Tú que te acercas, 
yo que me voy; 
la noche que se aleja, 
yo que no estoy.
  
              Esmeralda, negro y rosado. Así se anunciaba. Eran las tres y yo dormía, y tanto que dormía. Hace mucho tiempo de aquello; tanto que mis manos, a menudo, me preguntan donde están esos momentos, aun así lo recuerdo como si fuese ayer. La luz entraba entre las grietas de mi persiana, y yo, me removía (como si me hiriera) por la sola dolencia del brillo en la pared. Recuerdo que la cabeza me daba tumbos, mi camisa estaba sudada y había una botella vacía encima de la mesa de mi cuarto. La noche fue larguísima, y así lo atestiguaban los tacones que, sin saberlo, habían dejado su presencia junto a la entrada. A veces el despertar es peor que una tortura, al menos eso experimento de vez en cuando. Las presencias, como las ideas, son idóneas cuando se llevan a la práctica. El problema es cuando las inventas. Lo mejor de las ausencias es que las disfrazas. Al disfrazarlas te engañas, y eso, en determinadas ocasiones no viene del todo mal.

             Yo me hice experto en engañarme. Y no me quejo. No es mi culpa, ni la de nadie. Es pura supervivencia; como el antílope que corre hacia el infinito sin mirar atrás aunque el león ya ni esté tras sus pies. La silla por el suelo me daba una pista sobre lo que pudo haber pasado. Quizás la ropa de mujer junto al armario pudo haber sido la puntillita a mis especulaciones. Quizás, quizás y quizás. Es curioso como funciona nuestra cabeza. La zona encargada del cerebro de mantener los recuerdos es la misma que genera la imaginación y los sueños; ergo, ¿hasta qué punto lo que recordamos es una experiencia vivida o un "recuerdo" inventado? Jamás me dolió tanto despertarme. Jamás. Habrán pasado meses y esa pesadilla sigue en mi imaginario. Me desvelé convencido de los tacones, de la ropa y de la persona que estaba a mi lado. Era tan real como la lluvia que ahora azota la ventana de este tren sin rumbo, ni dirección, que es mi vida (aunque la metáfora venga al dedillo no se engañen, está lloviendo y paso de mojarme; dejando el melodrama aparte, parafraseo a Laporta "No se engañen, que no estamos tan mal"). 

             (Vuelvo a mi noche loca, a mi mañana de insomnio) No era esmeralda, no era negro aunque sí que era rosado. Los tacones no eran los que yo esperaba y la ropa era de una talla más; no me llenó el corazón pero sí que me dio alegría. El problema es que al llegar la mañana su presencia me era tan indiferente como la de cualquier otra; mi perro, de hecho, era más importante para mi en ese momento. No sé qué dolió mas si el echarla o el que se sintiera echada; solo sé que me dio igual y que no me arrepiento. Al fin y al cabo ser lo que a uno le sale ser, más allá del quedar bien, es lo que le hace a uno crecer. Al dormir fui uno, al despertar volví a ser yo; es más culpa mía que de nadie; pero es la vida. Solo puedo controlar lo que está en mis manos y lo demás; lo demás vuela más allá del cielo y me es imposible controlarlo.