A veces es curioso como todo es extraño y enrevesado. Conoces a alguien, sin conocer. Y te enganchas. Te enganchas y no sabes de qué. ¿Te enganchas de como te hace reír, de cómo mira, de cómo es? A veces no conoces a alguien y te enganchas. Te enganchas y ya está. Y no hay explicación. Aunque estés lejos. Estás enganchado. Aunque no vaya a ninguna parte, te tiene. Quizás tú no tienes a esa persona, pero ella a ti sí. O quizás si la tienes, probablemente; todo hace indicar que sí, pero al igual que tú, juega. Porque jugar es divertido, porque todos jugamos, hasta enganchados. Cuando más jugamos es cuando nos enganchamos. Cada uno juega a su manera cuando se engancha, hasta yo ahora, lo sabes. Al igual que yo sé cómo juegas tú a cada momento, y sabes que lo sé.
Quizás lo sabemos porque ambos estamos enganchados, o porque nos gusta jugar. O simplemente porque ambas cosas van de la mano. Ríes y río. Pamplineas y pamplineo. Es divertido. Engancha. No significas nada, no significo nada; lo sé. Pero somos partícipes. Podríamos serlo, pero lo somos. Porque nos gusta. Nos gusta lo que no tiene sentido, como a cualquiera. ¿O quizás si lo tiene pero no lo decimos? Qué sé yo. No me gusta saber esas cosas, ni hablar de ellas; sabes que me gusta la improvisación. Sé de primera mano que a ti también. Lee, que me haré el tonto. Aunque, como siempre, acabes volviendo a jugar. Como ayer, como desde el primer día.
Siempre se vuelve a los nidos del pasado; al menos una vez.