sábado, 31 de mayo de 2014

          A veces es curioso como todo es extraño y enrevesado. Conoces a alguien, sin conocer. Y te enganchas. Te enganchas y no sabes de qué. ¿Te enganchas de como te hace reír, de cómo mira, de cómo es? A veces no conoces a alguien y te enganchas. Te enganchas y ya está. Y no hay explicación. Aunque estés lejos. Estás enganchado. Aunque no vaya a ninguna parte, te tiene. Quizás tú no tienes a esa persona, pero ella a ti sí. O quizás si la tienes, probablemente; todo hace indicar que sí, pero al igual que tú, juega. Porque jugar es divertido, porque todos jugamos, hasta enganchados. Cuando más jugamos es cuando nos enganchamos. Cada uno juega a su manera cuando se engancha, hasta yo ahora, lo sabes. Al igual que yo sé cómo juegas tú a cada momento, y sabes que lo sé.

             Quizás lo sabemos porque ambos estamos enganchados, o porque nos gusta jugar. O simplemente porque ambas cosas van de la mano. Ríes y río. Pamplineas y pamplineo. Es divertido. Engancha. No significas nada, no significo nada; lo sé. Pero somos partícipes. Podríamos serlo, pero lo somos. Porque nos gusta. Nos gusta lo que no tiene sentido, como a cualquiera. ¿O quizás si lo tiene pero no lo decimos? Qué sé yo. No me gusta saber esas cosas, ni hablar de ellas; sabes que me gusta la improvisación. Sé de primera mano que a ti también. Lee, que me haré el tonto. Aunque, como siempre, acabes volviendo a jugar. Como ayer, como desde el primer día.


Siempre se vuelve a los nidos del pasado; al menos una vez. 

lunes, 26 de mayo de 2014

              ¿Qué es la esperanza? ¿Dónde queda? Es la gran incógnita del ser humano; a todas horas, a cada instante. ¿Dónde debe residir la razón que nos debe hacer seguir adelante, ocurra lo que ocurra a tu al rededor? Yo no lo sé. No sé dónde se queda, donde está ahora agazapada. No lo sé, ni quiero saberlo porque, seguramente, no tenga sitio fijo. Hace tiempo que no tengo esperanza y que vivo prendado, lo más cerca posible, de lo que para mi es la felicidad. Me limito a que, mi única motivación de vida, sea el siguiente segundo que me toca. No obstante para algunos la esperanza es el amor, para otro el trabajo duro (todo lo que ha costado da sus frutos, dicen). Otros, sin embargo, no creen en ella; no creen en nada. Para mi la esperanza es una mentira; es la búsqueda cobarde de aquellos que no son capaces de levantarse a luchar. Si uno no puede luchar, no lucha; si no sabe, no puede; pero lo que no podemos permitirnos es no luchar porque no tenemos un motivo. Precisamente porque quien no lo encuentra es porque no quiere encontrarlo. Estamos rodeado de ella, a todas horas, a cada instante. Vivimos rodeado de algo que no existe y que a la vez lo es todo. Porque la esperanza vista como una excusa es una mentira; la esperanza vista como la vida es la mayor verdad jamás contada.
                
                A veces la esperanza tiene nombre y apellidos. Por eso, precisamente, se vuelve efímera como el tiempo. Porque no hay nada ni nadie eterno, salvo nuestra percepción de la realidad. Nosotros somos la eternidad concentrada en un suspiro. En ocasiones siento la necesidad de volar porque ya me he hartado de pisar este suelo. Necesidad de volar, entre mis sueños y mis querencias. Necesidad de inventarme un mundo donde todo es lo que necesito que sea.  Y cada vez que siento esta necesidad; cada vez que alguno de nosotros siente esa necesidad y lo hace, y se evade, se está engañando y matando poco a poco. Porque no hay realidades alternas, no hay sueños que se cumplen. Lo que hay es una guerra constante entre el tú y el ellos en el que solo gana el más fuerte (el ellos entendido como el mundo en sí). El problema es cuando este y el otro son una guerra y entonces no sabes donde meterte y entonces te limitas al suicidio. Quizás ese suicidio sea más fácil de llevar.

               Siempre la vida tiene nombre y apellidos. Solo que no siempre están.

martes, 20 de mayo de 2014

Suavidad.
De esta tierra.
De estos soles.
Suavidad en la hierba,
de tus rincones.
Caminar.
Hasta donde me lleven tus piernas.
Sin ritmo,
sin ganas.
Caminar hasta que quieras.
Sin importar el destino,
sin inventar un final.
Agarrarte.
Sin hoy, sin más.
Con fuerza.
Agarrarte.
Y que te estremezcas,
Dejándote el corazón helado.
Susurrarte mi plan.
Y convertir tu carne en pecado.
Desnudarte sin preguntar...
¿A que se te ha calentado?


Y entonces volverme un delincuente,
ahora que nadie mira.
Y deslizar mis dedos, con tu aceite, bajo tu piel.
Y abrirme camino entre tus cortinas.
Cegado me bañaré en tu mar...
A escondidas.

miércoles, 14 de mayo de 2014

El viento anida en el mar;
allí se esconde, respira, crece.
El viento recoge las lágrimas,
escucha e ignora tus susurros,
el viento se ríe de todos nosotros,
sin saber, que él es el que más solo está.

Sale cada mañana
con tu nombre, con el mío.
Se hace el invisible y se cuela en nuestras vidas.
A ti no te cuenta nada.
Yo lo evito.
Busca algo con lo que volar,
una idea que le distraiga
del vaivén de su trabajo.
Y por eso se empeña en recordarnos
lo solo que está.

Es enfermizo y está enfermo.
Es el pan que sobra,
la luz que calla.
Se empeña en contagiarnos,
en soplarnos su soledad.
El viento no entiende de vallas,
de trenes
ni de paz.
El viento solo te recuerda
lo solo que está.

jueves, 8 de mayo de 2014

   
                   Una vez oí que la noche no es oscura; que los ojos vienen del aire, que la Luna miente cuando juega a las cartas. Una vez entendí que los perros escuchan; que los corazones huelen, que las luces te apagan y que las risas son de papel. No entiendo que es lo que tiene el silencio que dice más de lo que calla. Una vez me dio por nadar entre algodones de azúcar, me dio por crecer, por engañar; una vez me dio por guiñar mis dedos, por ser reflexivo con las plantas. Una vez me quise matar y acabé más vivo; sin estrella, quizás; con velocidad, tal vez. Una vez me dijeron palabras con sal, me gritaron con cuchillos; otras me vacilaron sin descaro, me abrieron las entrañas. Una vez comprendí lo que no me explicaron, me explique lo que sentía; una vez me dije a mi mismo las mentiras que cuenta la vida.
 
                   Que las piernas no puedan andar, que tiemblen. Que parezca un accidente, un desliz, algo que olvidemos. Que la vida sea una historia en secreto, algo que nos llevemos a la tumba. Sin preguntar, sin que nos pregunten. Que cada uno se vaya de aquí sabiendo que lo ha hecho mal y que le dé igual. Ese es el truco. Dejar que todo valga nada, no dejar que la nada destruya tu todo. Aunque lo intente. De lo que te recomienden, lo contrario. De lo que entiendas, lo que no. Que lo que merece la pena siempre está dentro de un cajón en el fondo de una montaña de quehaceres del deshacer diario.