martes, 31 de marzo de 2020

Pero te tengo a ti.

La nube negra tronó.
Los rayos de luz no se veían.
Pero traía el agua
del que los campos beberían.
Entre tanto ruido,
yo,
no lo veía.

Ese agua tiene los ojos marrones
y en mi campo ya veo algunas amapolas.
Me he quedado a solas
pero te tengo a ti.
Me he quedado a solas
(¿Quién coño me ha robado el mes de abril?)

En tus manos se escribe mi tiempo.
De tu boca nacen las palabras más bellas.
Yo morí por dentro.
Pero te tengo a ti
como tengo a las estrellas.

Sueño que soy tus juegos,
tus besos, tus caricias,
tus risas, tus duelos.
Sueño todas las noches
que estás sobre mis hombros.
Sueño también despierto
a que envejezco viéndote crecer.
Con tus fallos
y tus aciertos.
Dándole sentido a arrugarme.

No le tengo miedo a nada.
No pueden ya matarme.
Porque ya lo hicieron.
Pero te tengo a ti.
Creo que eres el cielo.
Y no hay infierno que de aquí
pueda sacarme.

domingo, 29 de marzo de 2020

Se abraza el tiempo con ternura
cuando sube la temperatura.
Y cuando empieza el frío
solo los elegidos
te calientan el café.

No es cuestión de acierto hacerlo mal.
Más bien es querer
no ser un cuervo sin ojos
un aplasta rastrojos
que solo busque su propio querer.

Me enseñaron que en las malas
no se abandona.
Que la familia es sagrada
Ya elijo bien a los míos.
Importa menos el mañana
si por entonces estamos todos vivos.
Sobre todo, por dentro.

Y cuando llamen a tu puerta
echa el pestillo bien fuerte.
Que lo oigan.
Los que están son el acierto.
El resto arde,
están todos muertos.

Y de vez en cuando revisa el buzón
que siempre queda un melón
por abrir
desde el último verano.
Y coge de la mano el cielo cuando puedas.
Qué está vivo y crece,
crece,
más rápido de lo que tú recuerdas.


¿Cuánto cuesta tener el sol?
Pensaba yo mientras ella estaba tumbada en su sofá; con su camiseta gris a manchas, ausencia de sujetador y tanga negro, mirando la tele como quien no mira nada.
¿La verdad? No sé cuánto cuesta. Ni puta idea. Sí sé que se puede tapar con un dedo y hacer como si no estuviera. Aunque te siga quemando. Aunque siga siendo el mismo cabrón todos los días o aunque sea el más dulce de los sueños. Si te propones taparlo con un dedo, lo tapas. Y mientras tanto van pasando los días, se nubla el cielo, llueve, truena y tú... Tú sigues como un gilipollas apuntando al cielo mientras una rizada sigue mirando a la televisión con la mente en blanco.
Lo tenemos todo. Todo. La solución y el problema. Y aún así, nos pasamos la vida haciendo como que no tenemos nada. Buceando en una burbuja mientras que hacia delante está el océano y, hacia los lados, nuestro reflejo negando con la cabeza (o afirmando) por la dirección que estamos tomando.

-¿Me pasas la manta?
Joder, ponte unos pantalones. No puedo parar de mirarte el culo.

+Claro, cariño.
Un día me levanté y todo este sol estaba ciego. No sé si fue ella con su miedo patológico a todo o si fui yo, perdiéndome tanto en ella, que acabé con miedo a cualquier empujón al abismo que se le pudiese ocurrir (¿sin darme cuenta?). La cosa es que daba tanta luz que aunque pusiese el dedo, la mano, me ocultara tras una puerta o simplemente cerrara los ojos, finalmente, me iba a atrapar. Y quemar. Quemar vivo. Y creo, además, que hubo un momento. Un instante de toda nuestra historia en el que yo supe que iba a ocurrir. Pero soy un imbécil patológico para lo bueno y para lo malo, y decidí avanzar como si desde mi sitio hasta el precipicio alguien fuera a menear su varita para que yo siguiese flotando en ella.

+Te voy a echar de menos. Mucho.
Ni ella ni yo ni nadie puede imaginarse el fin de un cuento. Ese instante en el que abres un libro y poco a poco empieza a embaucarte. A engañarte. Hace que lo leas vendiéndote una historia que no existe, aunque te hará creer en ella. Y después. Después acabará. Como acaban todas las cosas. Y para cuando eso ocurra todo lo que había antes del libro habrá muerto inexorablemente.

-Mi vida, son solo dos semanas. Pasará rápido.
Pero el tiempo nunca va rápido para los que tienen prisa. Ni lento para los que no. Y yo voy siempre a deshora. Y tú eres todos los idiomas. Y todos mis días. Y yo solo un corazón que palpita tu nombre a contratiempo.

Y a las puertas de un colegio la abracé por última vez. Jurándonos vernos pronto. Aunque fuésemos ciegos. Porque ella vio en mi una estaca de la que huir y yo vi en ella un pecado difícil de atrapar. Porque ella no supo esperar y yo era la espera.

Y ahora cada vez que enciendo el televisor y dejo la mente en blanco pienso en ella. Y pongo el dedo para intentar tapar la pantalla. Pero no es lo mismo. Y me pregunto si habrá algún imbécil a su lado pensando que ella es el sol (como lo hago yo) y creyendo que su dedo hará milagros.

Aunque de sobra sé que eso es imposible. Que alguien la vea como el sol que yo la veo, me refiero.

martes, 24 de marzo de 2020

Es una estrella en el cielo
que apareció fugaz,
cambiando mi ritmo entero
a base de lloros.
Y qué más da.
No tiene el pelo negro
pero sí mil canciones para su verdad.
A su madre la tiene loca
y yo no puedo dejar de soñar.

Soñar con él
y con sus juegos.
De doce a doce sin descansar.
Con sus amigos es un pirata
si no le atacas
te besará.
Reparte abrazos por peteneras,
le va despertarse y ponerse a bailar.
En su sonrisa cabe un te quiero
y siete versos para rimar.

Anda sobre barro.
Su piel es suave.
Su pelo lacio.
Tiene loco a su padre
y él lo sabe.
Es muy sabio.
Parece mentira que empiece a hablar
si ayer era una molécula
flotando en fuego
y pidiendo libertad.
La próxima trastada
no tiene nombre.
Y a los pies de la cama
encontrarás el hueco
donde se esconde.
Me muero más si más le quiero.
Mi mayor regalo.
Él hace que nada importe.

lunes, 23 de marzo de 2020

Estar roto por dentro. En mil pedazos.
Que el corazón esté profundo.
Que eches de menos lo que no existe.
Ser una roca.
El pecho siendo una central nuclear.
Un pájaro sin alas.
El cajón vacío.
Tus oscuros rizos secados por el viento.
Otra vez lo mismo,
estar roto por dentro.

Tu acento.
Enfadada, bromeando.
Tu acento.
Mis mil palabras que no solucionarán nada.
El reloj del vecino que marca las 12.
Tu sonrisa nerviosa de bajada.
Tus ojos que no me reconocen.
Mis pies que quieren huir.
Te escapaste al pedir la cuenta.
Yo, que me voy sin ti.

Pompas de jabón.
Bola de arena.
Tu corazón.
La brújula que marca el sur.
Marruecos en una cadena,
el mundo girando al tuntún.
Los pies de la montaña.
Una caricia y un ayer.
Una mala decisión,
una calaña.
Tú sola mataste lo que te tocaba tener.

martes, 17 de marzo de 2020

No puedo ni imaginar lo que en la química de mi cerebro estalla
cada vez que te ensueño.
Ni cómo serán tus veranos
ni como para mi todo ya es invierno.

No tengo la capacidad de curarme.
No se puede huir del destino.
Y eso que es un mal vecino
que te mira desde el balcón
sin avisarte del coche que cruza la esquina. Todo un cabrón
hijo de puta fina
que se merienda los domingos al sol,
un par de inútiles como yo,
sacándoles de la rutina.

Parece que aún pueda verte dormir.
A mi lado.
En paz.
Parece.
Pero es un espejismo.
Ni duermes ni estás.
Un punto a lo lejos,
a lo lejísimo.
Y mi piel que sueña con que me tocas
se pudre un poco más
mientras se seca mi boca.

Ya poco queda del mundo que conquistamos.
Y lo que se ha mantenido en pie
se lleva las manos a la cabeza al vernos distantes.
Yo solo soy un pobre hombre.
Tú un castillo inconquistable.
Y para mí corazón se queda el sueño
de ser tuyo
hasta que pare.
El abismo es un agujero
donde caben todas las caricias
que me quedaron por darte
y cada vez que llega octubre
un frío viento
juega con mis ojos a mostrarme
que donde antes dormías
ahora solo queda el suelo
y los restos de mi corazón están en ceniza
buscando volver a juntarse,
aunque ya con más  ganas que fuerza.

Y por el camino se quedaron tus "sálvese quien pueda"
y la sensación suicida del que todo lo perdona.
Y a tu puerta ya el alba asoma
y en la mía, muere una amapola
que se quema.
Porque ya no piensas en mí
como yo te pienso,
ni sueñas conmigo
que cumplimos
los mismos sueños.
Hace tanto que no nos reímos
 que perdí el sentido de tus carcajadas.
 No volveré a leerte mis poemas.
Ni haremos el amor por la mañana.
Todo lo que quiero de ti
ahora yace muerto,
 junto a la hoguera.

Tú eres de otro.
Mis huesos van a mi entierro.
Ya no suena la orquesta.
La luna se ha teñido de rojo,
el resto va de negro
y mi tiempo se arresta.



domingo, 15 de marzo de 2020

Te esperé toda una vida
y esperaría un millón más.
Pero los cuadros se han doblado.
Y cuando tocaba recolocarlos
los clavos salieron volando
y yo me quedé como el martillo en la pared.
La hipotenusa es una princesa acostada
y los catetos al cuadrado
se estrellan contra el cristal de la ventana.
Ya no hay vuelta al antaño.


martes, 3 de marzo de 2020

Ojalá ardieras por dentro
como ardo yo
cuando pienso en lo bueno,
o no,
que sería contactar contigo.

Puede que camine por tu mente como tú caminas por la mía cuando voy a dar clases.
Puede que de vez en cuando me cuele por tu pensamiento,
aunque sea para acto seguido desecharme.
O quizás antes de tomarte una copa brindes a mi salud
mientras yo hago como que no me acuerdo de ti;
también puede que pase al revés.
Qué más da.
Supongo.
Mientras seas feliz.

Echarme a un lado,
no buscarte,
hacer el tonto,
esperar acostado
a que pase la tormenta.
Ya me has bloqueado,
vaya sorpresa.

lunes, 2 de marzo de 2020

¿Crees que cada noche no pienso en ti?
Sería gracioso, la verdad,
que lo creyeses.
O que por un segundo pareciese
que no estás en todos mis sueños
y, por supuesto,
en todas mis pesadillas.
El primer verso rima con tu nombre.
Como mis latidos.
Y eso que estás lejos
y hay poco que me importe.