domingo, 26 de abril de 2015

                   Podríamos jugar a contarle a la vida lo que va a pasar. Podríamos ser la tabla en vez de la figura de ajedrez. Podríamos decidir quién vive o muere, quien sufre o cree.


                   Podríamos crear ciudades de oro bañadas en plata. Versos de miel con piel de cordero. Podríamos insistir en que el amor verdadero siempre se escapa para así recrearnos en un par de rodeos.

                    Podríamos dejar de soñar, reír o angustiarnos. Quizás deberíamos parar de respirar. Quizás la solución se esté dando un baño mientras viaja con algún pavo al País de Nunca Jamás.

                    Podríamos hacer como que no pasa nada. como que las miradas son estériles. Estaría bien jugar como si los reyes fueran reyes y no jugaran al despiste.

                    Podríamos fingir, hacer como que no amamos. Podríamos dejar de sentir, de caminar o darnos la mano.

                    Podríamos dejar de desearnos a cada instante, podríamos huir. Podríamos hacer como que la vida no pasa por delante aunque la veamos irse sin despedir.

                    Podríamos seguir con estos cuentos. Podríamos parecer una copia de nosotros.

                    Pero por suerte, vivimos en un mundo donde al alma la dibuja el rostro. Los sueños se pelean y mueren, se pelean y viven.

                    Podemos seguir en esta vida donde los amados se despiden.

                    Podríamos vivir una vida muy parecida a la que otros piden.

                  O podemos levantar la mano y vivir la que nuestro corazón dicte.

jueves, 23 de abril de 2015

Ella era mía como la noche.
Me pertenecía.
Me sostenía la mirada.
Se fue como se va el sol.
Brillando.
Como si nada.
Sus manos escatimaban en gastos.
Sus dedos se despedían.
Y se giraba.
Siempre se giraba,
llorando.

Eso querían mis ojos creer,
mientras bajaba la calle.
Eso parecía ser
lo que pasaba.
¿Qué fue de nuestras voces?
¿Y de las postales?
¿Dónde estaban?
¿Dónde quedaron nuestros segundos?
¿A caso no se cayeron?
¿A caso no están en otro mundo?
Se paró el vaivén.

Ese vaivén que era ella.
Ella que me pertenecía como la música,
era luz y calor.
Ella escondía fríos acordes
en su cajón.
Ella que duerme mientras escribo
quedó fuera de aquí, en nuestro olvido.
Ella que solo me habla en los sueños,
en las fotos,
se hizo grande y sin dueño
entre mis platos rotos.

Yo que tiré para Nueva York
ahora escribo desde un taxi.
Ella que robó mi corazón
ya no vive esta vida.
Esta tesis.
Esta oscuridad que se complica.
Este trabajo sin remuneración
quedó entre tu y yo.
Entre las estrellas y el mar.
Con sabor a luz, con sabor a sal.